Nuevas forma de censura coexisten – extrañamente- con el lenguaje sádico y caníbal hallado en internet y desatado en orgias verbales de odio anónimo, cloacas virtuales de defecación en los otros e incomparables despliegues de insensibilidad (especialmente en los comentarios anónimos)” tomado de Ceguera Moral, la perdida de la sensibilidad en la modernidad líquida de Zygmunt Bauman en el que se retrata nuestra triste forma de utilizar los medios modernos de comunicación, no para eso, para la comunicación, si no para ser el parlante a través del cual nuestra psicopatología se manifiesta, nuestra maldad se expresa y nuestra incapacidad de vernos en el prójimo nos delata.
Según el filósofo Byung-Chul Han, vivimos en la sociedad de la transparencia en la cual las redes sociales se presentan como espacios de libertad, pero en realidad en lo que se han convertido, es en un gran panóptico digital donde el vigilante puede observar sin ser observado y lejos de generar una comunidad, lo que genera es una acumulación de egos incapaces de una acción común.
Las redes sociales convertidas en tribunales de moral, en los cuales se juzga al individuo, sin la menor posibilidad de que este se defienda y en los que se expresan formas invisibles de maldad. Redes sociales utilizadas para reproducir esos juicios y multiplicarlos hasta convertirlos en “virales”, hasta destruir la vida de un extraño, sin la menor conciencia de hacerlo y casi con el convencimiento de que se cumple con un deber moral.
Hemos sido testigos en días pasados de un femicidio mediático a través de las redes sociales. Hemos asistido a una lapidación con teléfonos celulares. “La lapidación es un medio de ejecución muy antiguo, consistente en que los asistentes lancen piedras contra el reo hasta matarlo.
Como una persona puede soportar golpes fuertes sin perder el conocimiento, la lapidación puede producir una muerte muy lenta”. La lapidación moderna, consiste en una modalidad electrónica mediante la cual se lleva a un(a) acusado(a) con pruebas del hecho o sin estas, a estos nuevos tribunales morales invisibles, y sin el beneficio de la defensa, someterlo(a) a juicio, declararlo(a) culpable y acto seguido iniciar con el espectáculo , se inicia el lanzamiento de piedras, cada quien tratando de llevar o producir y reproducir la piedra más grande, la que haga más daño, la que provoque más risas de la muchedumbre, testigo de la agonía que a diferencia de la lapidación antigua ahora no incluye solo al reo si no a su familia.
Como la maldad habita en cada uno de los seres humanos incluso en los sanos y normales, deben haber leyes que frenen o aplaquen su ímpetu por aflorar, leyes que protejan al inocente, incluso que protejan al culpable si este no puede decir su verdad, no puede defenderse.