El lunes 4 de octubre de 2021, las redes sociales de Facebook, Instagram y WhatsApp dejaron de funcionar por un fallo interno en sus servidores, creando un trastorno global que afectó a aproximadamente a 3.5 mil millones de usuarios de estas plataformas privadas.
El mercado bursátil vivió un día lleno de nerviosismo, que provocó una importante caída en Wall Street, pues se liberaron acciones de grandes empresas tecnológicas. Facebook arrastró a las cuatro empresas más valiosas del mercado: Apple, Microsoft, Amazon y Alphabet cayeron 2% cada una.
El impacto que tuvo este acontecimiento rivaliza con una emergencia a nivel mundial, cuya solución no está en manos de los estados, de las instituciones multilaterales o los mecanismos regulatorios, sino de una empresa, que ha logrado exitosamente interconectar a casi la mitad de la población mundial.
Estas plataformas han crecido exponencialmente por la pandemia. El enclaustramiento y la primacía de salvar vidas mediante la ausencia de contacto físico han llevado a modalidades a distancia, que han definido expresiones en todos los ámbitos, pero muy especialmente en el trabajo, la escolaridad, la atención a la salud, la comunicación social y las nuevas formas de vinculación social y personal.
Los estudios realizados sostienen que el 60% de la población del mundo tiene acceso a la Internet, a través de los cada vez más sofisticados teléfonos inteligentes. La tendencia prevé crecimiento y expansión de las plataformas y los algoritmos que las controlan.
Hoy, las campañas políticas se hacen en estas u otras plataformas, las cuales en mucho definen la conducción de los gobiernos. Las plataformas tienen un alto grado de influencia en las decisiones del aparato político, que es cada vez más susceptible a las expresiones directas de una multiplicidad de actores, que han adquirido voces influyentes en esta nueva dimensión de la comunicación colectiva.
Tan poderosa es esta nueva forma de expresión, que gobernantes han usado Twitter para dirigir a pueblos y definir conductas nacionales e internacionales. El uso de estas redes, para la confrontación ideológica, la promoción del discurso de odio y xenofobia, han causado la ruptura de las sociedades nacionales. La división, en grupos de interés, divergentes y confrontativos, afecta la capacidad de actuar conjuntamente por el bien común nacional y exacerba las visiones parciales, que de lejos no defienden el concepto de bien común o una visión nacional del futuro.
El día en que se cayeron las plataformas, con un impacto tan grande en la sociedad mundial, presagia la necesidad de buscar comprender el momento histórico y tomar las medidas necesarias, tanto para explotar estos sistemas en bien de la humanidad, como para impedir que se conviertan en mecanismos autónomos que afecten a los derechos humanos y a las democracias.