No me pierdo una de las frases que publica este diario en la primera página de opinión a continuación de la caricatura. La de mayor impacto en estos últimos días, por variadas razones, la de Gregorio Marañón, ilustre médico, científico y humanista español: “Toda la historia del progreso humano se puede reducir a la lucha de la ciencia contra la superstición”.
La lucha entre la civilización y la barbarie, el incansable acopio de conocimientos científicos que le ha caracterizado al hombre desde cuando contó con la escritura alfabética. Una falacia del tamaño de una constelación la de afirmar que todo tiempo pasado fue mejor. En este orden de ideas retornar al buen vivir, al sumak kawsay de los tiempos prehistóricos, una aberración con seguidores de no creer.
Sí, de no creer pues todos son de aquellos que han utilizado analgésicos y antibióticos de efectos portentosos, viajan en avión, ven programas de TV que les chifla, se hallan al tanto de lo que se escribe en el mundo, pues tienen el hábito de la lectura y así va que chuta. Sí, de no creer, pues algunos de ellos claman porque se retomen saberes ancestrales que dejaron de ser o porque se demostró que eran supersticiones o porque pasaron a ser, por la experimentación y la comprobación, aportaciones al conocimiento universal. Poquísimos serán los que quedan en pie como conocimientos empíricos, con los días contados.
Qué cosa tan seria eso de salir del subdesarrollo y llegar a esa meta soñada: trabajo, vivienda, alimentación y salud para todos. Desafío mayúsculo si se llega a la conclusión que el subdesarrollo también se halla en las neuronas, en el pensamiento de las personas, inclusive de los gobernantes.
Subdesarrollado hasta decir basta el pensamiento de Eduardo Galeano, el de “Las venas abiertas de América Latina“. Fue pan caliente para los izquierdosos de nuestros países. Eran las potencias infernales las causantes de todas nuestras desgracias, nosotros las víctimas, lavándonos así las manos como Pilato. Se dice que el uruguayo Galeano se halla ya de vuelta pero sin pedir perdón. Tengo la conciencia tranquila: cuando Galeano visitó Quito y fue recibido como héroe, en uno de mis artículos me puse en la vereda de enfrente (ver hemeroteca de EL COMERCIO).
Cuanto antecede para ponderar lo acertadas que a mi juicio son las políticas del Gobierno en cuanto a educación y desarrollo científico como palancas para salir del pantano del subdesarrollo. Tachadas de neoliberales, resulta que es el mismo camino que les ha conducido a la R.P. China y otros países a conjurar la maldición que significaba ser parte del Tercer Mundo. Al paso que vamos ya se verá como en un futuro cercano la flota pesquera ecuatoriana, entre otros logros, se constituye en una importante fuente de ingresos. No tengo por qué ser pesimista.