Las urgencias de cambio no deben provocar precipitación ni soluciones mágicas. Los esfuerzos sostenidos del Gobierno por modernizar la Policía no bastaron para crear una dinámica de cambio, contrarrestar malestares y saldar deudas institucionales atrasadas. Y no pasa eso por rechazo al cambio. Más bien, cambios con intereses circunstanciales, reiterados, impuestos, volátiles, crean inseguridad interna, desconfianza y deforman una institución que debe ser estrictamente profesional. La Policía tampoco debe ser una fuerza pretoriana para el gobernante, ni de oficiales que le son leales, de modo que cada cual se permita desplazar decenas de generales hasta llegar a los que considera convenientes, como si eso no significara nada a la institución o a la inversión pública. La lealtad de la Policía debe ser con la ley y sus funciones en sociedad.
Para un cambio institucional no bastan objetivos, buenas intenciones, ‘power point’, recursos, voluntad; se debe, además, definir procesos, secuencias, metas que incluyan a los concernidos, que estén construidas y apropiadas por ellos. Sin participación no hay apropiación del cambio.
La Policía requiere renovación de fondo y cambios sostenidos; pero eso no convertirá a todo policía en ángel eficaz. El vigor de esta o cualquier institución está en cumplir su rol, a pesar de los “malos” miembros. La visión religiosa de los “buenos” que eliminan a los “malos”, útil para la política, no lo es para cambios institucionales.
Aprovechemos la desgracia de septiembre para justificar un cambio global que redefina el rol de la Policía en la sociedad; el resto son paliativos. Necesitamos una Policía civilista, no militarizante, con una causa que motive su esfuerzo y no sea discriminada por militares ni prejuicios étnicos; hay que cambiar las relaciones Policía-sociedad.
Los desafíos de la modernización ante las inseguridades actuales, exigen infraestructura, formación en competencias diversas, otra organización, pero también nuevas “causas” que enaltezcan al policía. En suma, necesitamos una visión de conjunto, un Plan Nacional de Renovación de la Policía, no una suma de cambios parciales. Debe elaborarlo una comisión que ponga en diálogo a policías, Gobierno y sociedad; con cabeza fría, sin decidir con mala conciencia ni reducir el cambio a medidas apresuradas, fruto de la presión de ayer, como fuera la decisión de que los policías deben quedarse en su lugar de residencia. Se puede garantizar estabilidad y rotación, porque también al crimen organizado le conviene la estabilidad. ¿Cuántos tipos de policía tener? Los milagros institucionales no existen. Pensar el largo plazo y los procesos institucionales, definitivamente requiere cabeza fría.