El café y los libros se han llevado muy bien a lo largo de la historia del mundo. Para muchos, la lectura va acompañada de un buen café. Pero, sobre todo, el “café” como espacio de reunión, de tertulia y debate ha sido tradicionalmente un lugar donde se han generado, presentado discutido libros. Los “cafés” de París eran el paradero de grandes escritores y el sitio donde se promovía o despedazaba sus obras. Y, algunos de ellos todavía lo son ahora.
Un “café” es una suerte de restaurante que sirve comidas en sus horas, pero sobre todo platos ligeros que acompañan al consabido café, al te o al chocolate. También sirve licores, más bien con moderación. Es muy frecuente que en ese espacio se realicen, a ciertas horas, actividades específicas como charlas, lecturas de poesía y teatro, presentaciones de música y danza, exposiciones y una que otra improvisación.
Aunque debe preparar bien las bebidas que ofrece, su principal atractivo es su ambiente interior, la convocatoria a gente interesante. En los cafés se han formado grupos de escritores, artistas y periodistas; se han formado, y también desmontado, parejas famosas, se han generado escándalos del mundillo intelectual; se ha ideado campañas y grandes proyectos.
Es difícil organizar un café de estas características. Y es todavía más complejo mantenerlo. En nuestro medio han surgido algunos, pero no han durado mucho. Por ello se debe destacar el que el “Cafelibro” de Quito, que está cumpliendo 15 años de vida.
El Cafelibro es el gran proyecto de Silvia Garrido y Gonzalo Proaño, que lo fundaron y lo han mantenido a lo largo de un cuarto de siglo. Comenzaron su proyecto en los noventa, la otra “década perdida”, cuando vivíamos una recesión que nos condujo al fatídico 1999. En medio de ello, sin embargo, había espacio para la cultura. Y el Cafelibro lo llenó.
En estos veinte y cinco años la actividad del Cafelibro ha sido ingente. Espacio de encuentro, de charla y de discusión, ha albergado coloquios, presentaciones de libros, conciertos, exposiciones, lecturas de poemas y de teatro, debates sobre arte, presentaciones de autores extranjeros, cursos de mil cosas, entre ellos de danza, que son los más populares. Pero en el día a día se ha mantenido como un sitio en donde se puede llevar adelante una charla tranquila con comida sana y barata.
Una exposición abierta en el local frontal del Cafelibro da cuenta de las cosas que se han hecho allí en estos años, aunque solo es una pequeña parte. Las fotos llaman la atención, porque dan cuenta de la convocatoria que ha tenido entre los notables de la cultura nacional. Claro que en varias de ellas los personajes no eran tan notables y en esos años eran bastante más jóvenes o menos viejos.
Ojalá Silvia y Gonzalo encuentren la generación de relevo que buscan para mantener su gran iniciativa. Quito merece la vida del Cafelibro.