Brasil: un giro a la realidad

Fernando Larenas
@flarenasec

En cualquier país del mundo las elecciones se ganan con el 50% más uno de los votos. Si bien el triunfo de Dilma Rousseff (en cifras redondas 51% a 49%) es el más ajustado que registra la historia brasileña, resulta inobjetable, la Mandataria ganó limpiamente, aunque con susto, y gobernará cuatro años más.

Pero con una realidad diferente, Brasil cambió, la sociedad se despertó y demanda mucho más seriedad para gobernar. La economía no ha sido la fortaleza de la señora Rousseff, por eso los mercados financieros reaccionaron con cautela y temor; pero se tranquilizaron apenas supieron que Guido Mantega sería sustituido del más importante de los ministerios: el de Hacienda. Los índices bursátiles y la cotización del dólar han sufrido inestabilidad, lo cual repercute en las inversiones extranjeras de una de las principales economías emergentes del mundo.

Los tres nombres propuestos por Lula para reemplazar a Mantega son Luiz Carlos Trabuco, alto ejecutivo de Bradesco, uno de los principales bancos de Brasil; Nelson Barbosa, exsecretario ejecutivo del Ministerio de Hacienda y Henrique Meirelles, expresidente mundial del BankBoston, quien fuera el primer presidente del Banco Central de Brasil cuando Lula asumió su primer período el 1 de enero del 2003.

Lula quiere volver a ser candidato en las elecciones del 2017 y, para eso, necesita que la economía vuelva a crecer, que genere empleo, que la balanza comercial tenga superávit, que el real se fortalezca y que las finanzas públicas sean vigorosas para sostener las políticas sociales de largo plazo que han permitido a 30 millones de brasileños salir de la pobreza. Otro de los grandes desafíos que tendrá el nuevo Gobierno de Brasil es el de limpiar la imagen de corrupción administrativa, especialmente por los escándalos en Petrobras y el enriquecimiento ilícito de los altos dirigentes del PT.

Una de las principales promesas de campaña precisamente apunta a combatir el enriquecimiento ilícito y crear mecanismos que faciliten la recuperación de los bienes adquiridos sin comprobación de su procedencia. La reforma política, planteada por Dilma durante las protestas callejeras del 2013, es clave. Entre varias ideas consta el fin de la reelección, algo con lo cual Lula no está de acuerdo porque hace rato que se autoproclamó como candidato para las próximas elecciones.

Frente a lo que se viene, Dilma ha dado señales de que su relación con Venezuela aporta muy poco a la economía, que a Cuba le ayudó bastante “importando” médicos y que las economías capitalistas, como la del “imperio gringo”, son mucho más sólidas a la hora de exportar. No se hagan ilusiones los que todo lo ven políticamente, Dilma ya comenzó a dar un giro hacia la realidad y su segundo período será tan pragmático como lo fue el primero de Lula.