Sorpresas y más sorpresas nos da la revolución ciudadana con su inagotable, florido y contradictorio repertorio . Empezamos el nuevo año en medio de un frenesí revolucionario: falditas y piernas espectaculares, teorías insostenibles de la soberanía y censuras sin preceden-tes a la cobertura de los medios en la próxima campaña. Explosiva mezcla de sexo, farra, soberanía y censura con la que reventó el nuevo año y celebró su quinto aniversario la revolución ciudadana. Imposible pedirle más ímpetu.
A juzgar por los comentarios sobre las impresionantes falditas y piernas de las asambleístas en la fiesta de fin de año en Carondelet, se podría decir que el presidente Correa anduvo con la libido muy alterada, vuelto un adolescente. Un libidinoso que suelta de repente las amarras de sus encadenamientos y purezas morales para dejarse llevar por las turbulentas aguas del deseo y del poder. Una sorpresiva explosión libidinal de un curuchupa, que ridiculizó burdamente el tema de la equidad de género. El clima fiestero de Carondelet recuerda el ambiente en tiempos del ‘loco que ama’, aunque este con mucho menos pudor y sin ninguna culpa… Solo nos falta un presidente Correa hospedado en una suite del Hotel Colón…
Frenesí revolucionario episodio 2. La soberanía convertida en fuente de surrealismo político en nombre del antiimperialismo. El machismo de las faldi-tas fue llevado al terreno de las relaciones internacionales para desafiar al mundo occidental e imperialista. Tontería soberana. Por mostrarse autónomos, independientes, nacionalistas, la revolución ciudadanía se abraza, se fotografía y festeja a quien lidera un Régimen teocrático en el que se lapida, rige la pena de muerte, se practican castigos crueles, inhumanos y degradantes -flagelación, amputación-, se persigue a las minorías religiosas, entre ellas a la cristiana, se encarcela a opositores y se limitan las libertades de expresión. Basta mirar el informe de Amnistía Internacional sobre Irán en 2011, para saber con quiénes se han abrazado. La soberanía de nuestros líderes, aparte de elevarnos a la categoría de pueblo amenazado, deja de lado toda consideración mínima sobre libertades y derechos humanos para mostrarse muy antiimperialistas. ¿Se puede ser soberano sin volverse fundamentalistas? Por supuesto que sí.
Y, por último, una impúdica descarada amenaza a la prensa frente a la cobertura noticiosa de la próxima campaña electoral, gracias a una disposición filtrada en el Código de la Democracia. Ninguna noticia, reportaje, comentario, titular, pie de foto, perfil, entrevista, se ajustará a las condiciones impuestas por el veto presidencial al trabajo periodístico para que sea políticamente neutral. El Gobierno ni siquiera juega claro en la guerra sucia lanzada contra los medios privados e independientes.