En las últimas semanas se han producido algunos avances importantes en la presencia internacional del Ecuador, pues se pudo concretar una negociación favorable con los tenedores de bonos, se cerró el acuerdo con el FMI o que a finales de septiembre próximo deberá ser aprobado por el Directorio de esa Institución y se postergaron algunos vencimientos de la deuda con China, la que representa USD 5.500 millones de los USD 6.000 millones que totaliza la deuda bilateral con otros países.
Son algunos los beneficios de estos convenios, pues le brindan oxígeno al Presupuesto al restarle presión de gastos al fisco, le otorgan recursos frescos al Estado que ayudará a atender parte de los compromisos pendientes del Gobierno y enviarán una señal positiva a la economía internacional, pues los convenios se sustentaron en acuerdos amigables entre las partes, se dejó constancia de la firme voluntad de pago del Gobierno y se sustentaron los acuerdos en el principio de capacidad de pago de la economía, lo que significa acoplar los mismos a la viabilidad y sostenibilidad futura de la economía ecuatoriana. Estos beneficios son muy importantes, se diría imprescindibles para la crisis económica vigente, pero lamentablemente siguen siendo acciones todavía insuficientes.
Por una parte, está la magnitud del problema que sigue necesitando de mayor cantidad de endeudamiento público, pues por ejemplo solo el déficit fiscal estimado para el presente año se calcula en cerca de los USD 8.000 millones. Por otra parte, los recursos que han llegado al sistema productivo afectado por la crisis han sido marginales. No se puede identificar con claridad si la forma de canalizar fondos bajo la línea de “Actívate Ecuador” no funciona, pero en los resultados es muy marginal el monto de recursos entregado. Lo obvio serían líneas abundantes a través de todo el sistema financiero y no solo a través de una institución. A esta necesidad de fondos adicionales, se une la ausencia de reformas estructurales que ataquen el problemas de fondo, sin cuya reorientación solo se estará financiando el problema económico pero no corrigiéndolo.
El tamaño del Estado obeso debe tener una reducción más sistemática y constante, caso contrario, los déficits fiscales y el endeudamiento no se podrán resolver. Un marco laboral moderno que facilite la contratación de personal, costos internos de financiamiento adecuados, un sistema tributario estable pero eficiente que recaude las cifras requeridas sin desalentar la actividad económica, una reforma de fondo a la seguridad social, un reforma financiera que le otorgue independencia al Banco Central, son algunas de las prioridades que deberá asumir este y el nuevo gobierno. Y, algo esencial, proyectos de inversión extranjera que atraigan nueva liquidez y empujen a mayores tasas de crecimiento económico que estimulen el empleo.