Ecuador será el país de América Latina que sufrirá los mayores daños por el covid, según análisis internacionales. Hasta que desaparezca el virus, la devastación social y económica será brutal. Al mismo tiempo, la pandemia ha develado mayor corrupción y aberraciones.
La concesión en usufructo de los hospitales del ministerio de Salud y del IESS a cambio de votos en la Asamblea. Las reacciones viscerales que obstaculizaron con vehículos municipales la pista del aeropuerto internacional de Guayaquil. La corrupción en el municipio de Quito, con contratos a dedo y el alcalde sin asumir su responsabilidad como máxima autoridad municipal. El IESS, al borde del colapso por el manejo irresponsable y corrupto de los últimos 13 años, en que aumentó su nómina de 10 134 a 38 650 empleados, el gobierno eliminó su obligación de aportar con el 40% del valor de las pensiones jubilares, con el cínico correargumento de que asumirá el 100% del pago de las pensiones si eso fuese necesario, y el aumento de sus obligaciones en salud sin el financiamiento correspondiente.
La Asamblea, que, a título de interpretación, aprobó una ley de fomento al cierre de empresas. La prefectura de Pichincha convertida en central de campaña correísta, y su titular con grillete en el tobillo. El Consejo Nacional Electoral desprestigiado, sin atinar cómo conducir las elecciones generales de febrero de 2021 y entrampado en manejos obscuros que puede terminar en el cese de los consejeros de mayoría. Municipios, empresas públicas y gobiernos seccionales desesperados por adquirir sistemas para detección del virus, mascarillas, bolsas para cadáveres y otros elementos similares, en contratos de emergencia, con sobreprecios escandalosos y contratistas vinculados.
Y un Gobierno sin norte y asustado, rogando a Dios que llegue el 24 de mayo de 2021, raspando la olla para encontrar con qué cubrir sueldos y otros gastos indispensables, y súbitos apetitos electorales que acaban por descuajaringar su acción. Niños y jóvenes ausentes de sus escuelas y colegios, que completan a duras penas su accidentado año escolar. Una ciudadanía encerrada a la fuerza, sujeta a restricciones no justificadas, negocios que se vienen abajo por el confinamiento y la rotura de la cadena de pagos.
Doscientas mil personas que han perdido el empleo y han dejado de aportar al IESS. Hogares que han saltado por los aires debido a las desavenencias y rencores aflorados por el encierro. Y todo lo anterior, cuando más de 250 partidos y movimientos políticos participarán en las elecciones, para satisfacer apetitos personales y no para servir a la nación. Por tanto, la ciudadanía está obligada a encontrar un líder capaz y honesto que asuma el reto de re enrumbar al país, y así impedir que se alce con el poder un nuevo milagrero, vendedor de manteca de culebra y uña de la gran bestia.