No se trata de ninguna novedad: desde hace mucho tiempo sabíamos que el rumor es un instrumento de aquellos grupos políticos que carecen de capacidad para convencer, o que buscan un chaquiñán para alcanzar sus propósitos. Y a veces, ¡quién lo creyera!, obedecen simplemente al interés de ciertos individuos que buscan notoriedad inventando imaginarias relaciones en las altas esferas.
Nadie sabe cómo comienza. El hecho es que en el momento menos pensado le llegan a cualquiera las “informaciones secretas”, las “novedades inesperadas”, las “confidencias exclusivas”.
Siempre vienen, por supuesto, de una “fuente segura” que no se puede revelar. Y enseguida van pasando de boca en boca los “secretos”, y no es raro que lleguen a sorprender al mismo que es aludido en las “noticias”.
Pero la tecnología ha llegado a trastornar todas las cosas, incluso los mecanismos del rumor. Ya no es el conocido que se acerca en el café para destilar en el oído la mentira del día: ahora son las famosas “fake news”, los videos amañados, los correos. Tal como ayer, su objetivo no es otro que el poder o el prestigio, sin otra finalidad aparte de sí mismos.
Procedimiento innoble que implica necesariamente la alteración de la realidad, el ocultamiento o la exageración, cuando no la invención (es decir, todas las formas de la mentira), el rumor no convalece por el hecho de usar los medios de la actual tecnología. Al contrario, se envilece aun más porque deshumaniza a las personas y las transforma en meros puntos de recepción y transmisión, sin dejar ningún lugar para la reflexión y la libertad.
Precisamente en estos días están circulando en las redes numerosos mensajes, videos y voces de alerta sobre la situación anormal que atravesamos a causa de la pandemia del covid-19. Son mensajes que, además de mentir, buscan atemorizar, y en ciertos casos, pretenden convertir el Apocalipsis en “noticia confirmada”, es decir, se configuran como una nueva forma de terrorismo. Un terrorismo que ya no pone bombas para sembrar el pánico, pero llega al mismo resultado usando solamente ese adminículo ahora inseparable de las personas: el teléfono.
¿Qué buscan esos mensajes mentirosos y atemorizantes que están exagerando hasta lo increíble la difícil situación que atravesamos? No es necesario investigar para saberlo, porque se han descubierto a sí mismos. Buscan derribar a este Gobierno y traspasarlo a un señor que, según el eufemismo del lenguaje oficial, es ahora un PPL. En otras palabras, no vacilan en aprovechar el dolor de una sociedad de gentes crédulas con el exclusivo propósito de eludir la acción de la justicia y alcanzar nuevamente el poder.
Alcanzarlo por cualquier medio, incluso por los más innobles, porque lo aman. Aman el poder por vanidad, por la riqueza que promete, por el placer de disponer de los destinos ajenos, por una tonta ilusión de inmortalidad.