La débil demanda interna, los mínimos niveles de inversión, la reducción del consumo de los hogares y la inestabilidad normativa derivada de las políticas públicas son, entre otros, los aspectos que más pesan a la hora de hacer un balance anual del desempeño empresarial. Eso, sin tomar en cuenta aspectos de índole natural, como los terremotos, o el comportamiento del mercado externo, que al final también influyen en la gestión productiva.
Además de todos estos aspectos, a la hora de establecer una revisión salarial pesan otros referentes como el desempeño de cada uno de los colaboradores, que puede ser bueno o malo, según los objetivos de la empresa. Al final se suman todos estos aspectos y se determina si cabe o no un alza del sueldo, más allá de lo que obligatoriamente se aplica con el salario básico unificado.
De acuerdo con estudios especializados de firmas como Deloitte y PwC, en el 2016 el aumento salarial en este año osciló entre el 2% y 3%. Las perspectivas para el próximo año también apuntan a mantener esos niveles, porque en el corto plazo hay un escenario electoral que no permite ver con claridad el futuro escenario económico. Además, las proyecciones de organismos internacionales, como la Cepal por ejemplo, advierten que en el 2017 se lograría un leve crecimiento de apenas un 0,3% y una inflación del 1,5%.
En cuanto al empleo, tampoco hay un a perspectiva óptima. La Organización Internacional del Trabajo presentó su Panorama Laboral 2016 de América Latina y el Caribe.
El estudio muestra que si bien el incremento de la desocupación fue un fenómeno generalizado en 13 de los 19 países analizados, dos casos se destacan por los aumentos: Brasil con 2,9 puntos porcentuales y Ecuador con 1,2 puntos. En el país, la tasa de desocupación subió de 4,2 a 5,4% entre el tercer trimestre del 2015 e igual período de este año. Además, el informe de la Cepal prevé que en diciembre el empleo adecuado caiga en 1,1%. En definitiva, las apáticas perspectivas salariales y laborales son evidentes.