Project Syndicate
Esperemos que 2019 sea el año en que comience a invertirse la tendencia histórica. En 2018, las divisiones intra e internacionales no dejaron de profundizarse. Y a la par de la transformación que las tensiones geopolíticas y el tribalismo político han provocado en las relaciones internacionales y en la política nacional, nuevas tecnologías trastocan viejos supuestos sobre la seguridad, la política y la economía. Esto se complica todavía más por la creciente interdependencia de nuestras sociedades. Todos estamos cada vez más sujetos a fuerzas que escapan al control de cualquier país, ciudad o persona por separado (sobre todo en lo referido al cambio climático).
Cuánto cambió en tres décadas. Allá por 1989, el colapso del bloque soviético parecía augurar el triunfo de los principios y valores de la democracia liberal. La creación ese mismo año de la World Wide Web prometía una nueva era de florecimiento para la humanidad y de cooperación internacional. Todavía en los primeros años de este siglo se repetían consignas osadas como que “la distancia ha muerto” y “la Tierra es plana”. Pero en vez de aplanar la Tierra, la globalización la ha vuelto más montañosa y despareja. Hoy más que nunca, el código postal determina las perspectivas, la expectativa de vida y el destino de las personas. En vez de reemplazar los ideales nacionales con valores compartidos, la globalización llevó a una competencia feroz, a la decadencia de los estados de bienestar y a la corrosión de las instituciones internacionales. Y aunque técnicamente hay más democracias hoy que en 1989, muchas se están volviendo más iliberales.
No extraña que el apoyo público a la globalización haya menguado. Y en esto no ayudaron los ataques del 11 de septiembre de 2001 y los 5,6 billones de dólares gastados en la “guerra al terrorismo”. Tampoco lo hizo la crisis financiera de 2008, que expuso la incapacidad de expertos e instituciones para manejar la interdependencia y el cambio tecnológico. Una creciente divisoria entre las élites y todos aquellos que han sido “olvidados” envenena la política hace una generación.
Sin embargo, la desilusión con la globalización está confinada a los países de América del Norte y Europa occidental. Al fin y al cabo, la suerte de las potencias emergentes en el este y el sudeste de Asia mejoró, y la mayoría de las personas en todo el mundo hoy están objetivamente mejor en términos agregados que hace 30 años. Fuera de Occidente, la media de ingresos se duplicó desde la caída del Muro de Berlín (y se triplicó en China). La expectativa de vida en muchos países en desarrollo aumentó nada menos que 15 años, y tres mil millones de personas en todo el mundo aprendieron a leer y escribir. Pero no hay garantías de que esta “Nueva Ilustración”, como la denomina Steven Pinker (de la Universidad Harvard), siga entregando progreso.