Propusieron un paraíso verde. Promesas de grandes obras en raudales, diez años de ofrecimientos, pero tenemos carreteras. La promesa fue el paraíso, verde como el rico país, jamás imaginamos que, hasta las carreteras se pavimentarían con el color de los billetes, bien camuflados, que, con el desgaste del tiempo, aparecerían, tímidos pero seguros, mudos testigos de un pasado reciente que aún marca el presente. Ante las verdosas palabras de supuesta esperanza para todos, sin diferencia, la verdad se descubre por su propia fuerza. Falta el impulso final, que alcance la justicia justa. La que no diferencia los colores; obligatoriamente, liberando a los denunciantes, juzgando a los denunciados. Al pueblo, en tonos de verde y palabras jugosas, abusadoras de la dignidad humana, le inyectaron anestesia para curar sus males. Adormilaron sus ojos con videos promisorios. Ensordecieron sus oídos con repetitivas frases de un futuro que nunca llegó. La anestesia sigue fluyendo, amarrando sus pensamientos, atando sus acciones en un huracán de principios retorcidos que mismo, no representan la moral. En un mar de anestesia, medio paralizados, esperamos, pero, no vemos verdadera reacción.
En estupor, escuchamos, vemos, sentimos, pero no percibimos acción definitiva. Conscientes, de que la cola del ciclón, con seguridad, se llevará a muchos. Esperamos atentos. ¿Será que la acción es a medias, porque se cargará con todos, en mayor o menor desgracia? Quizá es el momento en que la justicia actuará, sin diferenciar ni escuchar recomendaciones de quienes ya están más allá de la legitimidad, aun cuando aseguran decir sólo la verdad y nada más que la verdad. El viento esclarecedor gira; expone la suciedad, fundamentado en legítimas versiones que sobrepasan las fronteras.
Aletargados, en un sueño irreal, una comodidad incómoda, sin alcanzar con las manos lo que intentamos con la moral, los principios. Está ahí. Pero resulta lentamente inalcanzable. Anestesiada la juventud, girando sin dirección cierta, ni la claridad de lo que es. Nacieron en la confusión de las supuestas y engañosas ráfagas de promesas que, como el tiempo, ahogaron los sueños. Estamos en el ojo de la tormenta, en la falsa calma, luego del primer ataque de la inconsciencia y la falta de respeto hacia un país. Falta el resto del temporal, que, casi masoquistas, ¡lo esperamos ya! Despertar de la anestesia, del atontamiento, ver el final de los vientos, de la inclemencia de las mentiras doradas. Que el vendaval levante la inmundicia de la mentira y el engaño descarado, irrespetando al Ecuador. Que el valiente se pronuncie, que la ventisca de acusaciones se convierta en un huracán de verdades y justicia sin miramientos.
Mientras la naturaleza azota zonas enteras y nosotros rogamos su piedad, que la justicia reviva, reaparezca, se robustezca, inclemente, en un huracán de imparcialidad, que limpie de adentro para afuera sin miramientos especiales, hasta llegar al fondo del obscuro pozo. Recemos por los que sufren, afectados por la incontrolable naturaleza, mientras los humanos descarados destruyen la realidad de su entorno, enverdeciendo la de algunos, secando la del resto.
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