Supongo que los asesores de Correa le dijeron, desde hace tiempo, que abandone el juicio contra El Universo. Ese litigio –erizado de vicios y anormalidades– le ha irrogado enormes perjuicios a nivel internacional y también le afectará localmente, si el Presidente llega a embolsicarse la bicoca de 40 millones de dólares. ¿Dónde quedó su tan cacareado desapego por el dinero y su tan vociferado idealismo?, se preguntará mucha gente cuando aquello suceda.
Pero ahora es demasiado tarde. Los bonos políticos del Mandatario sufrirán una pérdida considerable tanto si decide seguir adelante con el juicio y colectar su ‘loteriazo’, como si resuelve acogerse a la figura de la remisión y dejar sin efecto la pena contra El Universo. ¿Por qué Correa llegó a este punto y no pudo recapacitar?
Tal vez la clave para responder esa pregunta la tenga Maná, un grupo mexicano de rock que este fin de semana estuvo en Quito para dar un concierto. Maná tiene un álbum titulado ‘Amar es combatir’. El nombre es un verso de ‘Piedra de sol’, un poema escrito por Octavio Paz allá por los años 60.
‘Piedra de sol’ recoge un antiguo dogma revolucionario que asegura que quien toma las armas y pelea, lo hace esencialmente por amor a la humanidad. El poema de Paz da la vuelta a esa proposición y asegura que el amor –filial o de pareja– es suficiente para cambiar el mundo; que también se puede ser revolucionario sin disparar un solo tiro.
No obstante, aquella asociación entre amor y pelea, entre amor y muerte ha quedado grabada con fuego en la ideología revolucionaria. Baste recordar, por ejemplo, la letra de un tema de Silvio Rodríguez que dice ‘te doy una canción como un disparo (…) como doy el amor’. También me viene a la memoria ‘Jorge Amor’, el nombre que Jorge Masetti escogiera para unirse a la guerrilla del Che Guevara.
La sensibilidad del presidente Correa está permeada por ese dogma revolucionario que equipara amor con combate y amor con muerte. Octavio Paz vio reminiscencias cristianas en aquella asociación, cuando retrató a José Revueltas como una suerte de Cristo ateo. Tal vez por eso sea que tantas veces hemos escuchado al Presidente invocar a Dios para pedirle que le dé‘un corazón grande para amar, pero también un corazón fuerte para luchar’.
En mi opinión, Correa no pudo abandonar el juicio contra El Universo, no porque fuera incapaz de entender los daños que ello le produciría, sino porque esa querella le conectó con sus creencias más íntimas, con sus instintos más arraigados.
Con esta pelea el Presidente sufrirá una muerte política, pero supongo que no le importará demasiado porque él solo encuentra sentido en la lucha; porque ese es el vehículo para alcanzar algo que considera superior.