La escena emociona y conmueve: bajo un pertinaz aguacero, vestida con la camiseta de su equipo, que es a la vez, la bandera de su país, sin un paraguas que la cubra, Kolinda Grabar-Kitarovic, la guapa, inteligente y carismática presidenta de Croacia, se funde en cariñosos abrazos con los jugadores de su selección que acaban de perder la final del Mundial de fútbol.
A todos les dedica palabras reconfortantes y vive la derrota como un triunfo, porque sabe que, para ella al menos, lo es.
Y es que esa escena es sólo el brillante final para la película que presenciamos durante el Mundial, en la que vimos a Kolinda, siempre vestida con los colores de su país, en el palco oficial o incluso en los palcos regulares junto a sus compatriotas, alentando a su selección sin seguir el acartonado protocolo que siempre acompaña a los jefes de estado.
Luego supimos que ella mismo pagó sus pasajes y que pidió licencia sin sueldo durante los días que estaría ausente. Y Kolinda nos enamoró.
El populismo es una estrategia con la que se busca ejercer el poder con el apoyo directo y no mediado de un gran número de seguidores, para lo cual se necesitan ciertas herramientas de movilización desde arriba, siendo el discurso una fundamental, mediante el cual se polariza y divide a la sociedad entre “nosotros y ellos”.
En los nuevos populismos europeos y ahora en el estadounidense también, un elemento esencial dentro del discurso de movilización populista es el nacionalismo, que aglutina a la sociedad alrededor del concepto de patria y nación, frente a esos “otros”, los extranjeros, que quieren destruirla.
Este discurso es más efectivo cuando quien lo emite es un líder carismático que, ayudado por estrategias propagandísticas, hace sentir a sus seguidores que es parte de ellos, de los verdaderos patriotas.
De esta forma, pueblo y nación se convierten en dos caras de la misma moneda y el populismo se da la mano con el fascismo, ideología asentada en una fuerte reivindicación nacional, instrumento favorito de los grupos de extrema derecha europea para conseguir adeptos frente a la fuerte oleada migratoria que enfrenta ese continente.
La premiación del Mundial de Rusia 2018 fue vista por millones de personas alrededor del mundo y claro, por casi todos los croatas.
La imagen de esa madre envuelta en los símbolos patrios consolando a sus hijos seguirá en su retina por mucho tiempo, incluyendo las próximas elecciones en las que Kolinda Grabar-Kitarovic participará también, al amparo de su partido de ultraderecha, que reivindica el nacionalismo y que, como políticas de estado, ha disminuido la ayuda a los migrantes y ha prohibido la entrada al país de refugiados.
Sin embargo, a pesar de todo, amamos a Kolinda, y en ese amor quizá encontremos la respuesta a por qué solemos ser con frecuencia gobernados por líderes populistas.