Se siente a Alianza País (AP) desesperada por recuperar base social y retomar popularidad que se le esfuma. Algunos de sus militantes tienen cerrados sus ojos, pero sus estrategas, que no son ciegos, ven que el barco comienza a hacer aguas por muchos frentes.
El inicio de la preocupación fue la derrota electoral del 23 de febrero del 2014 y la pérdida en Quito, en particular. Saben que la inconformidad crece, y que no se detendrá, ya que la baja del precio del petróleo y las medidas de austeridad incrementarán las filas de los inconformes. Saben que en cualquier reunión social de clase media, de 10 participantes, ocho lanzan pestes contra el Gobierno y que de los dos restantes, al menos uno, vergonzantemente tiene que poner a buen recaudo su lengua y corazón verde patito. En este ámbito, por ejemplo, “los intelectuales” gobiernistas se desgranan, siendo cada vez menos. Son más los que, por lo bajo, también lanzan sus denuestos, apostando oportunistamente a un poscorreísmo, que quizá, según sus expectativas, les brinde trabajo.
AP implementa varias estrategias para “recuperar” presencia social. Sin embargo, esa recuperación pasa por dividir al ya debilitado movimiento social. Se fundan organizaciones alternativas a la Conaie, al FUT y a la UNE.
Sin embargo, la estrategia no podría funcionar, ya que el periodo de “vacas flacas” reduce el margen para la alimentación de la clientela, concepto básico de esta medida.
¿Cómo tener contenta a una masa anhelante de necesidades sin tener los recursos para responder a los inevitables pedidos? Si no responde a ellos con efectividad, los descontentos también se acumularán en este frente “interno”, de tal suerte que el “romance” se acabará tarde o temprano.
Otro de los conceptos, tras la creación de sindicatos oficiales, es el “control” y sumisión de los sindicalizados a las órdenes de las autoridades. La finalidad de fondo es disponer de aplaudidores organizados de cualquier medida que tome el poder. Los principios básicos de autonomía, libertad de pensamiento y defensa de los intereses de sus asociados no existen. En tal sentido no es un sindicato, es un brazo más del “partido”.
Por esto, estos sindicatos oficiales nacen muertos como defensores de su gente. Sin embargo, dejemos el beneficio de la duda: veamos cuál será la reacción de la novísima Red de profesores de la revolución frente al anuncio del MinEduc de supresión de la jubilación voluntaria.
En el mismo sentido, esta Red para vivir tiene que ganar legitimidad, para ello tendría que canalizar frente al poder las miles de quejas e inconformidades que se hallan en el volcán que es el mundo docente. Si lo hace, se consolidará como vocera de los maestros y liquidará a la UNE, pero se peleará con el MinEduc, con AP y con el Presidente. Si no lo hace, será cadáver.