Lo único que hace más fuerte a un populismo autoritario es una oposición sin norte y sin ideas. Si lo sabremos nosotros… Estados Unidos está pasando por todas las etapas que los autoritarismos latinoamericanos han pasado y siguen pasando. Y pueden venir tiempos peores, a juzgar por la temperatura del debate demócrata que oscila entre tibio tirando a bajo cero, en una sociedad que ya se acostumbró al constante clímax que creó la presidencia de Donald Trump, hoy convertida en ‘reality show’. Todas las esclusas, barreras, limitaciones para defender la democracia y el estado de derecho han sido rebasadas, una a una, por el populista naranja que demostró que las instituciones estadounidenses tenían bases de barro y él podía inundarlas desde todos los frentes. No sólo es su insultante racismo, expresado ya sin ningún rubor, sino su desprecio por todo sentido de lo apropiado o del mínimo respeto a la oficina que él representa ya sea dentro o fuera de los Estados Unidos. Él está causando un desmoronamiento de cualquier indicio de orden que el mundo tenía asumido en temas de seguridad, comercio y DD.HH.
Y con todo eso, los demócratas parecen estar en otro planeta. No sólo que no entienden el momento que está viviendo EE.UU., y de paso el mundo, sino que siguen empantanados en personalismos egoístas, ambiciones desmedidas (para el momento político) y un terrible sentido de la oportunidad. ¿23 pre-candidatos presidenciales por el Partido Demócrata? ¿en serio? Ellos mismos recrean una de las pocas cosas que definen bien una Banana Republic: la incapacidad de tener partidos constituidos y debates ideológicos claros. Las líneas que supuestamente definen la diferencia entre uno y otro candidato son apenas tintes de personalidad o historias personales. Más o menos radicales tendencias ideológicas pero nada más. La decepción más grande de esta ronda es Bernie Sanders, no sólo porque demostró ser un populista más, pero de izquierda, sin planes ni programas claros, sino porque -como suele ser normal en estos días- no ha tenido el menor reparo en hacer lo contrario de lo que predica, como pagar a su personal menos del salario básico que él mismo ha promocionado como válido. Kamala Harris es la favorita de muchos y la promocionan como la versión femenina de Obama, pero pocos se atreven a decir que su voz suave y quebradiza sería flanco fácil en televisión para perder todos los debates con Trump.
Esto no sería tan grave, si es que los demócratas estuvieran unidos, pero tampoco. La constante disputa entre los tradicionalistas de la líder del Congreso, Nancy Pelosi y la nueva generación más diversa y radical. Esto terminará costándoles la mayoría. Pero sin duda, la cereza del pastel es la incapacidad y la necedad del bloque demócrata de iniciar un juicio político a Trump, por principios, dejando los cálculos de lado. Este error original los ha dejado desarmados moral y éticamente y dejó el campo libre a Trump para deslizarse hacia una segura reelección.