‘¿Por qué ha escrito ‘Otra vez adiós’?”–preguntó el periodista.
Le respondo.
El suceso fundamental del siglo XX fue la Segunda Guerra Mundial con sus sesenta millones de muertos. La muerte nunca había alcanzado esas proporciones.
El mayor horror de ese episodio fue el Holocausto. No hubo en la historia atrocidad mayor que seleccionar a un grupo étnico-religioso para exterminarlo en nombre de la pureza racial.
Quería contar la vida, mezclando la ficción y la realidad, de un judío genial, el pintor David Benda, que muy bien pudo existir, quien le hacía el último retrato a Sigmund Freud cuando el Ejército alemán ocupaba Austria. Freud debe huir.
Freud estaba muy adolorido por el cáncer que le corroía la boca. Pero más sufre por el antisemitismo de sus compatriotas. Sabe que tiene que huir. (Cuatro de sus hermanas morirán en los campos de exterminio). A él y a su familia los salvará la princesa y discípula Marie de Bonaparte. Pagará el cuantioso rescate.
David Benda también escapa, pero lo rescata una de las organizaciones de resistentes judíos que entonces existían. La de mi novela se llama Masada.
David pierde a su primer amor, jura vengarse del asesino y va a Cuba, como otros miles de judíos. Llega en el Saint Louis –el barco de los condenados— y logra desembarcar. Casi mil son devueltos a Europa.
El pintor ve y vive la Segunda Guerra desde La Habana, con los submarinos alemanes merodeando la isla como voraces tiburones de acero.
David sale a cazarlos en el yate del norteamericano Ernest Hemingway. Llevan una ametralladora calibre 30, algunos fusiles y mucho ron. Hermosa locura que el novelista yanqui contará en uno de sus libros.
Lo que no relató es la historia del espía Luni, un agente alemán con papeles hondureños, capturado y ejecutado en La Habana. De ese episodio me ocupo yo.
El pintor se enamora esta vez de una cubana.
Pero nuevamente llega la violencia: la revolución comunista cubana destroza sus vidas.
Nueva escapada. Estados Unidos será su destino.
En Nueva York vuelve a levantarse y vuelve a amar. No concibe la vida sin una compañera. Echa raíces en la mujer que ama. Es también una sobreviviente del infortunio. La había conocido a bordo del Saint Louis. El destino, o lo que fuese, se la devolvía llena de cicatrices, pero todavía bella y pletórica de ilusiones y fantasías.
¿Por qué escribió‘Otra vez adiós’? Porque es una gran historia que contiene otras muchas historias, reales y falsas, que vale la pena relatar. Porque es una manera de contar el terrible siglo XX. Porque me gusta compartir con los lectores aquello que es, creo, memorable.
Tal vez porque escribir es un impulso ciego e inexplicable. No lo sé.