Adiós Consenso de Washington

Durante tres décadas, economistas de diferentes espectros políticos discutieron acaloradamente sobre el Consenso de Washington, un conjunto de reformas destinadas a estabilizar y liberalizar las economías latinoamericanas golpeadas por la crisis de los años 80. Quien acuñó este término, el británico John Williamson, falleció la semana pasada y con él se entierran los entretelones de aquellos debates ideológicos. Es el momento de decirle adiós a Williamson y superar esta vieja discusión.

Será recordado por el mencionado concepto al cual, paradójicamente, dedicó buena parte de su vida para aclararlo y desvirtuar malas interpretaciones. Para empezar, Williamson no es el autor -y menos aún propulsor- del consenso. En 1989, organizó una conferencia en Washington con los responsables de las reformas económicas en los países de la región. Para guiar la discusión, redactó un documento agrupando las propuestas en 10 puntos que luego fueron bautizadas con el afamado nombre. Puede sintetizarse en cuatro áreas. Una primera de finanzas públicas: (1) disciplina fiscal, (2) racionalización del gasto, (3) reforma tributaria. Una segunda área referida a eliminar controles y distorsiones en (4) las tasas de interés y (5) los tipos de cambio. Una tercera orientada a la apertura económica a través de: (6) la liberalización del comercio exterior y (7) la atracción de inversión extranjera. Y un cuarto grupo enfocado a temas de propiedad y organización industrial: (8) privatización de empresas públicas, (9) desregulación de mercados y (10) derechos de propiedad.

Para sus detractores, esta fue la columna vertebral del modelo neoliberal impuesto por el FMI y el Banco Mundial. Para otros, fue la clave para enfrentar la quiebra fiscal y el colapso del crecimiento económico dejados por el populismo macroeconómico. En balance, las propuestas fueron exitosas en estabilizar la deuda, bajar la inflación, dinamizar el comercio y atraer flujos de capital, pero no tanto en cuanto a crecimiento, pobreza y desigualdad.

Las limitaciones de estas políticas dieron paso a plantear reformas de segunda generación. La izquierda latinoamericana también hizo planteamientos alternativos. Hasta el momento, esos intentos de lado y lado han sido vanos. Sin embargo, hay indicios del surgimiento de un acuerdo básico impulsado por un nuevo liderazgo (mayoritariamente femenino y originado en países emergentes) en el FMI, otros organismos y la academia. Está basado en sólidos fundamentos técnicos y pragmatismo en lo macro, pero con un renovado rol de los gobiernos para promover una nueva agenda de crecimiento más inclusivo, ambientalmente sostenible y con mayor transparencia.

Williamson fue un crítico de las posiciones económicas más conservadoras y un apa­sionado ambientalista. Estará más cómodo ahora en su tumba mirando la gestación de este nuevo consenso.