Bien. El 4 de mayo del 2011 el Ministerio de Educación (ME) emitió el Acuerdo 180 que regula la elección de los abanderados en los establecimientos que ofertan el bachillerato. Esta es una buena disposición ya en que el art. 9 modifica el calendario para la proclamación y juramento de la Bandera. Desde hoy en adelante la proclamación se hará el 26 de septiembre (Día de la Bandera) y el juramento el 24 de mayo (Batalla de Pichincha) en la Sierra. En la Costa la proclamación será el 24 de mayo y el juramento el 26 de septiembre.
Con esto el 27 de febrero, día en el que hasta este año se realizaba el juramento en el régimen Sierra, pasa a la historia. Nunca más en esa fecha los jóvenes ecuatorianos se comprometerán con el país. Se comprometerán el 24 de mayo. Esta decisión es correcta ya que, como desde hace varios años se ha señalado en esta columna, el 27 de febrero era la fecha histórica menos indicada para tal ejercicio cívico, ya que al recordar la batalla de Tarqui, un enfrentamiento bélico del Departamento del Sur de Colombia (actual Ecuador) con el Perú, evocaba la vieja rencilla limítrofe con el país hermano y se profundizaba en la formación de la niñez y de la juventud un nacionalismo revanchista, amargado y guerrerista. La conmemoración no daba margen para trabajar en el aula los valores de la paz, la resolución pacífica de los conflictos, la tolerancia y la solidaridad, en especial latinoamericana. Ahora, con el 24 de mayo, se esperaría que profesores y estudiantes reflexionen sobre temas como lucha contra el colonialismo, la valoración de la libertad, de la independencia, de la democracia y la vigencia de la fórmula republicana de gobierno.
Sin embargo, con esto el ME no ha hecho sino topar la punta del iceberg. Están intactos en las festividades, rituales y símbolos de la educación conceptos y prácticas (reinas, marchas militares, bandas de guerra) que refuerzan el tradicionalismo y conservadurismo: discriminación, elitización, racismo, militarismo, culto a la personalidad y la meritocracia basada en las notas, expresión de un sistema de evaluación caduco y reduccionista, que motiva a pocos y castra a la mayoría, que “reconoce” a los “abanderados” y relega a los demás.
El próximo paso del ME debería ser el impulso a una reforma integral de todo el andamiaje de fiestas y celebraciones de la educación para que empate y desarrolle los avanzados conceptos y principios de no discriminación, inteligencias múltiples, diversidad, interculturalidad, enfoque de género, DD.HH., relación armónica con el medio, solidaridad, libertad, convivencia pacífica y vocación por el cambio social que plantean la Constitución y la nueva Ley de Educación.
Bien por topar el problema. Pero hay que ir más allá si se quiere una revolución cultural y educativa.