¡Malditas cooperativas de tránsito!, ¡maldita vigilancia!, ¡malditos reglamentos que ‘están para ser violados’; malditas trampas, comisiones, escuelas de choferes, buses, carros, teléfonos celulares, autorizaciones, vigilancias, licencias; malditas licencias, sí, y malditos los que las dan tramposamente, pues son y serán para tantos, permisos para matar y huir!…
¡Maldita irresponsabilidad de cooperativas, choferes, vigilantes, comisionados; de agencias que regalan permisos, y malditos cuantos contribuyen a este desangre en nuestra patria donde, entre enero y agosto de 2018 han muerto mil cuatrocientas personas en accidentes de tránsito como si cada mes, religiosamente, hubiera caído en nuestro territorio un avión con doscientos pasajeros de los cuales ninguno hubiese sobrevivido. Esta comparación da para más: los aviones ‘siniestrados’ como les gusta decir a los que saben, caen y mueren sus pasajeros y tripulación; aquí además de los doscientos muertos del ‘avión caído por mes’, quedaron y quedan entre lisiados, mutilados e imposibilitados para llevar una existencia normal, más del doble del número de muertos. Sobrevivientes condenados, rotos física y psicológicamente: no vivirán más una existencia plena. Todo reducido a datos fríos e inentendibles, a cifras que no cuentan de las vidas reales perdidas, de los huérfanos; de los niños y jóvenes muertos, del dolor y el drama familiar. ¿Quiénes permiten, por acción u omisión, que esta atrocidad perdure?, ¿quiénes, de los que algo deben poder sobre esta locura, siguen autorizando tanta muerte?
Historias truncadas de devotos que peregrinaban hacia la virgen o el santo de su devoción. Historias a medias: título, noticia y números… ¡Maldita muerte cebada en los más pobres, los más indefensos! ¿Año aciago, este? No: ya vivimos muchos años estas mismas sangrantes circunstancias; hay que ver las estadísticas que, aunque constituyen el arte de disimular, también se desangran con el peso de lo que ocurre. “De enero a agosto de 2017 se reportaron 19.119 siniestros vehiculares”, reza una noticia.
“Más de 5 fallecidos por día, informa El Telégrafo, hasta julio de 2017, de los 19.119 siniestros ocurridos en Ecuador, 439 tuvieron como causa conducir en estado de somnolencia o en malas condiciones físicas y 1.400 personas perdieron la vida “El descanso es importante, pues estamos llevando vidas”, dice algún chofer, en su elemental filosofía ¡ay, tan poco vivida!: Sí, llevando vidas –pura abstracción- hacia la horrible concreción de la muerte. ¿Qué hacer ante tanta desgracia?
Hace tres días, el domingo 2 de septiembre, en la madrugada, ‘accidente en la vía Cuenca-Loja dejó 11 muertos y treinta y siete heridos”. Alguien calcula: ‘un promedio de 175 muertos por mes, (el triple y más, de heridos, respecto de los muertos); casi seis ciudadanos extintos cada día’. ¡Cómo no maldecir y maldecirnos ante tamaño castigo?