El gobierno y su partido tienen una abrumadora plataforma a favor del voto colectivo por el si y los grupos por el no se aprestan –con gallardía cívica, aunque impregnada de desorden- a enfrentar una cruel derrota anunciada.
El si tiene un claro planteamiento que responde a la lógica de poder imperante. El único lenguaje que acepta es el triunfo. Por tanto, tácticamente inducirán a un voto “en plancha” que, salvo situaciones históricas excepcionales, por gravedad, triunfan en elecciones de múltiples y complejas preguntas; máxime en este caso, acompañadas de esperpénticos anexos de contenido legal.
En ese escenario no cuentan los toros y los gallos, ni el Consejo de la Judicatura – que a nivel del ciudadano no deja de ser un galimatías propio de la justicia en una sociedad que no es democrática. Sin embargo, para la campaña es necesario un adversario o un polémico debate para que la audiencia no se aburra y por ende se abstenga, a guisa de no entender. En ese sentido es una precaución el juicio a los autores de ‘El gran Hermano’, a los directivos de El Universo o la polémica con la Iglesia Católica por Sucumbíos o los preservativos.
En este ámbito, el doctor Velasco Ibarra fue un maestro. Tenía como objetivo de combate una persona, un grupo y a veces un tema. Luego- en toda ocasión o tarima- los demolió con su locuacidad y argumentación maniquea. “El Frente me tritura o yo trituro al Frente”, dicen que dijo en la campaña de 1956.
El caso actual es más evolucionado y más cínico. Los que quieren el bien del pueblo y los que buscan su perdición. Se trata, como se dice en países de igual suerte, de “un discurso reduccionista, cuyos acentos sobresalientes son el desprecio y la jactancia, un rencor que se asienta en disyuntivas tajantes. No hay matices. No hay término medio. El Bien y el Mal lo absorben todo”.
Del otro lado hasta el momento solo existen buenas intenciones, fervor cívico y valentía de enfrentarse a un poder superior. Es difícil luchar contra un si promovido desde el poder. Se pudo en la época de Febres Cordero por Osvaldo Hurtado y los que luego se sumaron y vencieron. También pudieron los sindicatos contra la privatización del seguro social en la consulta de Sixto Durán.
Hoy la situación es diferente. Hay Revolución Ciudadana para largo, hasta que exista un proyecto serio que garantice la democracia como alternativa.
La consulta es un cheque en blanco que antes del día de la madre se puede cobrar; en el argot popular equivale a un “cambio de aceite” de la maquinaria de poder.
El gobierno lo puede todo, basta observar a los vergonzosos organismos de derechos humanos frente a los presos por el 30 –S, sindicados de un golpe de Estado que solo existió en la mente del Presidente y del extraviado Secretario de la OEA.