El Español José Antonio Morante de la Puebla mostró su talento y salió aplaudido en la Plaza de Toros San Isidro Labrador. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.
Con una plaza casi llena y una emotiva procesión de apertura se realizó, al son del ‘Salve Rociera’, la decimoquinta edición del Festival Virgen Esperanza de Triana. El grupo flamenco Raya y un trompetista acompañaron el desfile de la estatua de la Virgen a hombros de los toreros y un trompetista hizo solos muy celebrados por los espectadores.
El marco fue la Plaza de Toros San Isidro Labrador y constituyó el último episodio del abono en la capital del Cotopaxi.
Morante de la Puebla y David Fandila ‘El Fandi’ desorejaron a sus novillos. Miguel Ángel Perera cortó una oreja. Ponce no tuvo opciones y Álvaro Samper se dejó los trofeos con la espada.
Se lidiaron novillos de los hierros de las ganaderías Huagrahuasi y Triana. Aplaudido en el arrastre en la vuelta a los despojos del cuarto.
El rejoneador Álvaro Mejía abrió plaza sin mayor fortuna ante un novillo de soso juego y solamente con algunos pasajes aislados de brillo en banderillas al quiebro y la rosa aplaudida. Falló al matar. Pitos y palmas.
El maestro Enrique Ponce es consentido por la afición ecuatoriana, que le acompaña con calurosas ovaciones cada vez que actúa. Esta vez el sorteo no le favoreció pero su faena tuvo algunos momentos de compás y temple de su conocida elegancia. Sobresalió el remate de las verónicas, doblones, derechazos y naturales ayudados. Pinchazo y media estocada baja. Aplausos de despedida.
Morante de la Puebla, dueño del duende aparecido en esta feria, se dejó el alma en cada sentido lance o muletazo. Con sombrero de alta copa saludó a la verónica con su arte peculiar y una media verónica, colosal. Llevó a la res a la cabalgadura con el capote a una mano recortado y con el Quite del Bú (aquel de Joselito ‘El Gallo’) volvió a alborotar al público que acompañaba con oles de felicidad. Para que no falte nada tomó el tercer par de un tercio que habían cubierto Almeida y Congacha, y dejó las banderillas al tercio. La parroquia celebró. La inspiración y el temple acompañaron a Morante en los ayudados por alto y el remate con molinete inspirado. Suaves derechazos -uno de delante atrás con cadencia y ritmo superiores-.
Los pases naturales fueron rematados con un forzado de pecho y un muletazo afarolado. Un moliente y una nueva tanda de enormes derechazos muy largos de trazo. Y para gusto de la retina de los aficionados se llevó el toro a los medios andando con gracia torera sinigual. A tres naturales primorosos siguió un peculiar remate de tanda con ayudados por alto. La plaza se había caldeado de emoción. Morante rezumaba torería. Entró a matar recibiendo. Morante cortó dos orejas que paseó feliz, luego de las palmas para el toro, de mucha transmisión, cuando se arrastraban sus restos por la arena. ¿Alguien duda de que el toreo sea arte?
Espoleado de amor propio salió ‘El Fandi’ a saludar al cuarto. Verónicas rodilla en tierra y dos, para el recuerdo, una vez de pie para las chicuelinas sin solución de continuidad. Y una gran media. Quite de frente por detrás. Muy aplaudido en banderillas cerró con un gran par al violín. Cuando tomó la muleta y se fue de rodillas el toro repetía y exigía.
Los primeros pasajes fueron un toma y daca hasta que se coló el toro por el pitón derecho, pero el diestro sacó raza y luego reposo, temple y excelente concepto para deleitar a todos los públicos y esta vez también a los ortodoxos. Inteligente en los muletazos a media altura cuando la fase de la faena lo exigía y naturales de compostura.
En la fase final llegó el muletazo de las flores, cambios de mano y desplantes en abundancia. Estocada recibiendo que quedó caída. Dos orejas y vuelta al toro en el arrastre.
El quinto tuvo nobleza por el lado derecho pero la templanza y suavidad del capote de Miguel Ángel Perera otra vez hicieron las delicias del público, tanto en las verónicas – una soberbia media de remate-, como en el quite por talaveranas.
Artístico inicio por alto y una faena donde los derechazos seguían un hilván de la partitura que supo tocar con buen criterio el diestro quien mostró su oficio y clase. La embestida por el izquierdo ya era exigente pero el torero se esforzó hasta arrancar una buena serie por los adentros. Un pinchazo y tres cuartos de estocada dejaron todo en una oreja que el extremeño paseó entre el cariño del público.
Álvaro Samper salió con decisión. Verónicas entonadas, tras brindar al empresario y ganadero José Luis Cobo, y luego de buenos doblones, un inicio por el pitón derecho fue subiendo de tono hasta alcanzar buenos pasajes en medio del entusiasmo general y al son del Chulla quiteño cantado por La Raya.
Los naturales ya no tuvieron la embestida nítida que el toro acusó al principio y el torero ecuatoriano volvió a dar pases por el lado derecho y circulares. Naturales a pies juntos y cuando las orejas estaban al caer falló con los aceros y todo quedó en vuelta al ruedo, eso sí con clamorosas ovaciones en el epílogo de una feria brillante en Latacunga. Los toreros ovacionados y el público pletórico de torería.