Santiago y Arella Jácome aman el fútbol desde la cuna

Santiago y Arella Jácome posan en el estadio Rodrigo Paz Delgado. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Santiago y Arella Jácome posan en el estadio Rodrigo Paz Delgado. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Santiago y Arella Jácome posan en el estadio Rodrigo Paz Delgado. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

La reunión de la Comisión de Fútbol de Liga se había instalado cuando Groanette Agnalt, la esposa de Santiago Jácome, lo llamó desesperada y con voz llorosa. La primera hija del matrimonio, Arella, de 14 años, se había lesionado en el partido del intercolegial entre su equipo -Americano- y la Academia Cotopaxi.

Jácome ofreció rápidamente excusas a los directivos albos y salió precipitado hacia el norte de la ciudad. Seguía en línea con su esposa que le contaba que una ambulancia llegó a Carcelén para llevarse a la delantera del equipo colegial a la clínica Toa, de Juan Barriga, el galeno del cuadro albo.

Arella se acababa de fracturar la clavícula izquierda. Durante el partido, a la ariete le enviaron un balón alto: en la jugada la marcaban dos defensoras. Ella, que tenía la mirada puesta en la redonda, tropezó con una de sus rivales y al caer, no tuvo el tiempo para poner los brazos y todo el peso de su cuerpo cayó sobre el hombro.

Jácome recuerda la anécdota sentado en el césped del estadio Rodrigo Paz junto a su primogénita. Jácome además es padre de André, de 12 años, y Emma, de uno. “Las informaciones que llegan por teléfono, en situaciones como esta son, a veces, inciertas o incompletas. Me tranquilicé al saber que era el hombro y no las piernas, por ejemplo. Cuando llegué, ella tenía mucho dolor”, cuenta el directivo albo evocando aquel episodio de susto.

“Más que el dolor físico” , interrumpió Arella, de ojos color miel, cabello castaño recogido en cola y sonrisa dulce, “la molestia era que me iba a perder los partidos que se venían”, entre ellos la final juvenil entre Liga Deportiva Amateur, su equipo, y Espuce. Días después, sus compañeras no pudieron vencer en la final.

Santiago y Arella Jácome dominan el balón en el estadio Rodrigo Paz Delgado. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Han pasado tres semanas desde aquel hecho. Arella no ha vuelto a entrenarse y deberá esperar hasta enero para regresar a las canchas, según la prescripción médica. Primero, tendrá que cumplir con una estricta rehabilitación.

La futbolista extraña su rutina de entrenamientos y juegos. Sin embargo, la tarde del miércoles 5 de diciembre, mientras las chivas paseaban a los quiteños en plenas fiestas, la adolescente se daba un gusto en el estadio: hacía movimientos leves con el balón junto a su padre, exjugador de Liga y gerente deportivo de la institución desde hace una década.

Ambos lucían impecables los uniformes blancos de juego del cuadro universitario, que este domingo buscará ante Emelec el título de campeón del torneo nacional.

Cuando Arella tocaba el esférico, siempre con gestos controlados, el rostro se le iluminaba. Es que, como dice su padre, los Jácome “aman el fútbol desde la cuna”.

Arella Jácome domina el balón en el césped del estadio Rodrigo Paz Delgado. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Santiago Jácome fue zaguero central de los albos desde 1998 hasta el 2007. En ese último año las lesiones se apoderaron de él y solamente le permitieron actuar en tres partidos. Con Liga, el ‘León Blanco’ levantó las copas de 1998, 1999, 2003, 2005 y 2007, aunque esta última ya fue en un papel más secundario.

La niña tenía tres años cuando su padre dijo adiós al fútbol, hace 11 años, un 12 de diciembre. “Recuerdo que dimos la vuelta olímpica luego del partido con Deportivo Quito y yo le colgué la medalla”, revela Santiago mientras abraza con ternura a su retoño.

Los recuerdos del fútbol quedaron eternizados en fotografías que el exjugador guardó y enmarcó a lo largo de los años. Las gráficas dan cuenta del nexo fuerte entre padre e hija. En la mayoría de las fotos, Jácome arrulla con suavidad a su hija, puesto en cuclillas, minutos antes de las grandes batallas en el campo de juego. “No sé dónde se quedó una foto en la que yo te tenía abrazada. Eras bien chiquita, es bien linda esa foto”, le decía el orgulloso padre a la goleadora del colegio Americano.

“Prácticamente crecí en este medio. Vengo al estadio de Liga desde que tengo un mes de nacida, según me dice mi papi. El fútbol siempre fue parte de mi vida”, decía Arella, quien este año fue designada como la Mejor futbolista de los Juegos Nacionales de menores de Ibarra. Allí fue la capitana de la selección de Pichincha.

Jácome ha sido seleccionada nacional Sub 17 y actúa en Liga Amateur y en la selección de su colegio. También incursionó en el atletismo con éxito: en el 2015 ganó competencias organizadas por la Federación de Ligas Barriales en la pista de Los Chasquis.

Pero el fútbol le vino como información en el ADN. En el viaje nostálgico de los recuerdos, Santiago recordaba los partidos de fútbol-tenis que jugaba con su hija en la playa, cuando estaban de vacaciones. “Ella era bien chiquita, pero la gente se acercaba a vernos. Era como una atracción porque desde muy pequeña le pegaba bien a la pelota”.

La preparación formal como futbolista se inició a los siete años, cuando Arella integró la escuela de fútbol Liga XMC. Era la única mujer. El gusto por el balón siguió en la escuela y el colegio. Ahora, la hija mayor del matrimonio Jácome-Agnalt, que tiene doble nacionalidad pues su madre es noruega, integra la tricolor Sub 17. La entrenadora Vanessa Arauz le hizo un seguimiento desde hace varios años.

Un padre calmado y una cobradora de penales

Santiago y Arella Jácome posan en el estadio Rodrigo Paz Delgado. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO



Santiago Jácome tiene una agitada vida. Los detalles logísticos del finalista Liga consumen su tiempo al igual que la batería de su celular que no dejaba de sonar. “Mi papi es bien ocupado, pero siempre se da tiempo para estar conmigo y con mis hermanos en nuestras actividades”.

El padre corrobora la versión. ¿Cómo actúa un exfutbolista cuando es espectador de un programa deportivo de su hija? El directivo dice que hay que predicar con el ejemplo y ser serenos. Recuerda anécdotas de padres que pierden la cabeza y reclaman a los entrenadores, a los árbitros, a sus propios hijos durante los partidos. “Nos sucede en Liga en las juveniles y también en los partidos del colegio. Yo siempre les digo que hay que mostrar respeto y que hay que dar tranquilidad a nuestros hijos”.

Arella le tomó el gusto por cobrar penales. Con el paso del tiempo va retrasando su posición a mediapunta o volante por los extremos, porque le gusta participar de las jugadas para convertir los goles.

¿Qué se le viene a futuro? Ella sostuvo que ser futbolista va en serio. Su padre asentía con la cabeza. Los dos se fueron del estadio abrazados.

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