Cuando ocurrió el accidente (el 5 de agosto), hacía tan solo tres meses que Franklin Lobos, de 53 años, trabajaba para la minera San Esteban, cumpliendo con su trabajo de ir en un transporte hasta el fondo del yacimiento para llevar a los operarios hasta la superficie para el almuerzo.Pero el derrumbe lo dejó a él y a otros 32 mineros atrapados a más de 600 metros de profundidad. Según sus familiares, Lobos no tenía miedo de trabajar en el yacimiento porque su tarea se centraba en el transporte de los mineros y, por lo tanto, no pasaba tantas horas en la oscuridad de los túneles.“Hay muchos (ex) futbolistas en la mina. Pasa en todo el norte. Como su vida laboral es solo hasta los 36 años, las compañías mineras, que son dueñas de los equipos, les ofrecen trabajo en la mina”, explicó William Lobos, su sobrino.Y es que los 80 y los 90, décadas abarcadas por la época de futbolista profesional de Lobos, coincidieron con el auge de los equipos mineros -el Cobreloa de Calama y el Cobresal de San Salvador- ambos aguerridos y difíciles de batir en sus estadios.Zamorano recuerda haber conocido a Lobos en 1987 en el Cobresal. “Él era figura del equipo y yo apenas entraba algunas veces”, comentó. Antes de eso Lobos había jugado con la selección de Chile en la etapa clasificatoria a las Olimpiadas de Los Ángeles 1984, aunque luego no fue convocado para ese torneo.“Me acuerdo de una característica que nunca volví a ver en otro jugador: en los tiros libres golpeaba la pelota con el tobillo, dándole un efecto especial a la pelota”, dice Zamorano sobre Lobos. “Es gracias a esa pegada que lo llamaban ‘El Mortero Mágico’. Era un tipo humilde, muy buen compañero con todos. A los más jóvenes siempre nos ayudó”, aduce Zamorano.En estos días, con alegría recibió Lobos las palabras de apoyo de sus ex compañeros de fútbol, entre ellos las de Zamorano.En un contacto telefónico, los psicólogos que trabajan en el rescate le contaron la preocupación que había entre los jugadores de fútbol por su situación. En ese momento Lobos pidió a los rescatistas que les hicieran llegar su mensaje de agradecimiento, especialmente a Zamorano, con el que compartió sus tiempos de deportista. Su hija, Carolina, quien se encuentra en el campamento que se levantó cerca del yacimiento, dijo que ella había intercambiado llamados telefónicos con el ex capitán de la selección chilena. “A Iván lo conocemos desde hace tiempo, él iba a nuestra casa cuando yo era niña, y ahora nos pusimos de acuerdo para reunirnos con mi papá cuando sea rescatado. Iván me mandó mucha fuerza, ánimo y apoyo hasta que eso pase”, dijo la hija de Lobos. Algunos familiares del ex jugador lo aguardan a las puertas del yacimiento. Han instalado un pequeño toldo junto a su auto, y el hermano y sus sobrinos, varios de ellos mineros, esperan pacientemente el reencuentro. Lobos, como todos los trabajadores de la mina, trabajaba en turnos de siete días durante 12 horas al día, y descansaba otros siete. En su descanso conducía su taxi en Copiapó. “Tiene dos hijas y las dos estudian, así que decidió combinar los dos trabajos por necesidad, para ganar más”, explica William, quien también es minero.“Te quisimos mandar una pelota pero no pasa por la sonda, así que no podrán tener pichanga abajo”, le cuenta Carolina a su padre, el ex futbolista chileno Franklin Lobos, uno de los 33 mineros atrapados en la mina San José, en uno de los mensajes para sobrellevar el largo período de rescate.“Le hacemos bromas y le enviamos muchas energías positivas. Le contamos lo que ha ocurrido a nivel nacional, le pedimos que esté tranquilo y le decimos que lo estamos esperando”, relata Carolina sobre la primera carta que su familia le enviará a su padre.Los familiares llegaron a imaginar que Lobos, que llegó a jugar en la selección chilena, podría jugar con el resto de mineros abajo, donde tienen un espacio suficiente para una pichanga (partido entre amigos). “Le pedimos que esté tranquilo, que tenga fe, y que baje la barriga para que pueda jugar mejor a la pelota. Ah… y que nos gustaría enviarle un pan con palta (aguacate), que a él le gusta mucho”, insiste Carolina.Al igual que ella, la familia de los otros 32 mineros atrapados desde el 5 de agosto a 700 metros de profundidad escribieron cartas que les están siendo enviadas al fondo de la mina dentro de un tubo de plástico conocido como paloma, que se deslizará por el mismo ducto.