La fluminense Javiera Miranda ofrenda los triunfos a su padre

Javiera Miranda se entrena en el gimnasio de la Federación Deportiva del Azuay. Foto: Manuel Quizhpe / EL COMERCIO

Javiera Miranda se entrena en el gimnasio de la Federación Deportiva del Azuay. Foto: Manuel Quizhpe / EL COMERCIO

Javiera Miranda se entrena en el gimnasio de la Federación Deportiva del Azuay. Foto: Manuel Quizhpe / EL COMERCIO

Javiera Miranda quedó huérfana de padre antes de cumplir los tres años. Ese dolor por la partida de su progenitor, Javier Miranda, aún se mantiene latente. Por eso, todas las competencias y los triunfos deportivos van dedicados a su memoria.

Su voz se distorsiona, ella se hace fuerte para no llorar cuando se refiere a la ausencia de su padre. Pese a la edad que tenía, en ese entonces, recuerda que siempre andaban juntos, paseaban con frecuencia y la llevaba a los escenarios para que diera sus primeros pasos en ballet y natación.

Javiera tenía seis años cuando su madre, Emperatriz Pilligua, decidió salir de Babahoyo y radicarse en Cuenca. Ese cambio de ciudad no fue un pretexto para alejarse de la natación y su nuevo escenario era la piscina olímpica. Sin embargo, no sentía la misma pasión que antes, por lo que decidió probarse en otra disciplina.

A los nueve años, incursionó en el karate y un año después se convirtió en seleccionada del Azuay. Los éxitos empezaron a llegar con la dirección técnica del cubano Lázaro Díaz. En Gualaceo se estrenó con una medalla de oro nacional en la categoría 10-11 años.

La seleccionada de 15 años está orgullosa de representar al Azuay porque “es una provincia que me adoptó y la defiendo con todas mis fuerzas en cada competencia”. A su criterio, con perseverancia y disciplina ha ido mejorando técnica y físicamente.

Desde que obtuvo su primera medalla de oro en Gualaceo, a escala nacional, los éxitos van dedicados a su padre. Todos los honores son para él: las medallas, las competencias y el esfuerzo diario. “Yo sé que me mira desde el cielo y está feliz por mis triunfos”.

Ella, en la actualidad, es la mejor del ‘ranking’ nacional en la categoría 14-15 años. Además, es campeona panamericana y sudamericana, en 12-13 y 14-15 años.

Javiera, alumna del colegio Sagrados Corazones, está convencida que el primer título nacional conseguido en Gualaceo fue clave para determinar su futuro deportivo. En esa competencia estuvo presente su madre y juntos, luego de abrazarse, lloraron de felicidad en el escenario.

Tiene dos hermanos: Doddy y Tobías, de 19 y 11 años, en ese orden. El mayor, en la actualidad, vive en Guayaquil y el menor se entrena baloncesto en la Federación Deportiva del Azuay. Ella lo invitó a practicar karate, pero él se negó a esa posibilidad.

Su debut internacional fue hace tres años en un campeonato en Lima, Perú, en donde se estrenó con una medalla de plata sudamericana. Para ella, competir con una rival de Los Ríos se convierte en algo especial, porque es su provincia de origen. En vacaciones viaja a Babahoyo para visitar a su familia, especialmente a sus primos.

Según Díaz, su dirigida es inteligente en el combate, conoce sus virtudes y debilidades. “Es constante en las prácticas y una karateca que cualquier técnico quisiera como alumna”. Lo que le falta es trabajar en fuerza y arriesgar un poco más en las competencias.

El estratega cubano destaca el proceso que sigue desde los nueve años, siendo medallista nacional y subcampeona sudamericana, hasta convertirse en campeona panamericana. Su participación internacional dependerá del apoyo que reciba en el 2019.

Javiera se expresa con aplomó y seguridad. Su sueño es ser la mejor karateca del ‘ranking’ sudamericano, panamericano y mundial. Entre sus principales referentes están y Jacqueline Factos, Valeria Echever y Priscila Lazo, a quienes las define como competidoras extraordinarias.

También admira a sus compañeros de entrenamientos: Li Duang Díaz y Camila Paredes, así como a Andrés Paredes y Verónica Sánchez, quienes por motivos de estudio se retiraron. Ella está agradecida con ellos, porque cada uno la enseñó algo para mejorar.

Miranda insiste que, hasta dejar el deporte, seguirá ofreciendo los triunfos a su padre.

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