Un entrenamiento de Aucas femenino hasta antes de la paralización de las actividades por la pandemia del coronavirus. Las futbolistas también se preparan desde sus domicilios. Archivo/EL COMERCIO
Sin sus hijos alentándolas desde las gradas o acompañándolas a los entrenamientos, la emoción y ganas de jugar al fútbol no serían las mismas. Ese es el pensamiento que comparten Dayana Díaz, de Club Ñañas, Mónica Pineda, del Quito FC, y Katherine Cagua, de Aucas.
Estas deportistas dividen su tiempo entre las tareas del hogar, el cuidado de sus hijos, sus múltiples trabajos y ahora los entrenamientos en casa por la cuarentena del covid-19.
“Al comienzo fue duro ser madre por el hecho de encargar a mi hija, siendo pequeña, con los abuelos y los hermanos”, afirma Díaz, de 24 años.
A medida que Ayleen fue creciendo, comenzó a acompañar a su madre a los entrenamientos, aunque resalta que lo hacía pocas veces y solía llevar sus juguetes para entretenerla, porque es muy inquieta.
En las últimas semanas, en las que la futbolista se ha entrenado en casa, su hija Ayleen, de 2 años, es uno de sus apoyos. “Cuando llega la hora de entrenarme, que es a las 18:00, mi hija me dice: “Ya mami, ejercicios”, se pone junto a mí e imita lo que yo hago; en otras ocasiones está jugando o pintando”, afirma.
Los ejercicios que Díaz y las otras futbolistas realizan en casa se encuentran coordinados por sus técnicos. En ocasiones lo hacen por conferencias virtuales o suelen enviar registros en fotografías y videos. Dicen no complicarse por los implementos, pues una colchoneta, un palo de escoba, una silla o una pelota son suficientes. Algunas cuentan con patios, donde corren, y otras con máquinas de gimnasio.
Las actividades que deben realizar les llegan por parte de sus entrenadores vía Whatsapp, aunque también tienen sus rutinas propias. Los horarios son de dos horas diarias, casi todos los días. Lo hacen con el fin de volver con buen estado físico el momento en que la Superliga Femenina se retome. Aún no conocen fechas ni detalles sobre el tema.
De su lado, Mónica Pineda, del Quito FC, comparte la alegría de su profesión con sus tres hijos, de 4,9 y 12 años. Revela que su hija mayor quiere ser deportista, por eso se entrenan juntas. Dice que cuando no la acompañan a los partidos es por fuerza mayor, entonces se quedan con sus abuelos, entendiendo el trabajo de su madre.
En estos días, Pineda divide el tiempo para entrenarse y hacer las tareas con los niños. Se ejercita dos horas diarias, lo hace de 18:00 a 20:00, mientras que en la mañana es la guía para los deberes escolares.
“Ser madre y futbolista es interesante y más que ser complicado es tener una meta clara, saber por lo que luchas. Debes dar lo mejor porque sabes que alguien está siguiendo tus pasos”, resalta orgullosa la futbolista de 27 años, quien ya anhela volver a las canchas.
Cuando iba a entrenarse, su hijo de 7 años le pedía que no se vaya, ahora que pasa en casa le pregunta que cuándo le toca jugar fútbol, cuenta entre risas Katherine Cagua, de Aucas. Hace un poco menos de un mes, su rutina diaria era levantarse a las 06:00 para enviar al niño a la escuela, por la tarde a las 14:00, asistía a los entrenamientos y en la noche trataba de llegar pronto a casa.
En ese poco tiempo nocturno, la futbolista de 33 años comía junto a él, le revisaba las tareas y lo acostaba a dormir. Cuando no están juntos lo extraña, pero aprovecha para llevarlo cuando hay partidos. Es muy responsable en su equipo. Eso elogian sus compañeras.
Rara vez falta a los cotejos o entrenamientos por razones de su hijo, cuando ha pasado por eso, debe realizar rutinas físicas en casa para no perder el ritmo. Su entrenador es comprensivo. Cagua afirma que su hijo es su fortaleza y que en estos días de cuarentena también en su compañero de entrenamientos.