Los incidentes antes y después de El Nacional-Liga demuestran que la dirigencia no concluye la tarea para separar a los violentos del fútbol.
Siguen las agresiones de los delincuentes que llegan a los estadios. La Policía se esfuerza pero no alcanza.
Los boletos no se venden en lugares separados y las hinchadas se juntan creando el escenario ideal para las agresiones.
Paulatinamente el respeto al boleto numerado se transforma en una quimera bajo un sinnúmero de pretextos.
El fútbol no es una actividad benéfica. Un buen hincha adquiere su entrada y no espera que el club le subvencione. De esa manera no hay favores pendientes.
En Gran Bretaña, fútbol del Primer Mundo, no hay entradas de cortesía. El hincha adquiere su boleto de acuerdo con un plano del estadio, consigna todos sus datos y acude al escenario. No necesita llevar bolsos o paquetes. Los estadios, incluso los de la Segunda división, son cubiertos. Con llegar 15 minutos es suficiente porque el asiento está reservado. No hay bombos ni trompetas. La gente canta y grita. Con eso es suficiente porque el espectáculo está en la cancha. La familia ha vuelto al fútbol porque antes y después hay protección.
¿Qué pasó con el manual elaborado por las autoridades británicas para aplicar operativos de seguridad en Ecuador? ¿Cuál es el trabajo de dirigentes y autoridades que viajaron a Inglaterra para hacer pasantías de seguridad en fútbol? AFNA anunció la construcción de boleterías en sectores opuestos. ¿Qué pasó?
El Ministerio del Interior, la Comisión de Seguridad de la FEF y AFNA harían bien en responder estas inquietudes. Por lo visto en Quito los violentos consolidan su terrorífico protagonismo. Patético.