La FIFA se consiguió un adversario de peso en su esfuerzo por sacar el máximo provecho financiero del Mundial de Brasil 2014: el ex futbolista brasileño Romario, el “artillero de los mil goles”, convertido hoy en diputado federal embiste en tono cada vez más airado contra el ente rector del fútbol.
En su calidad de relator del proyecto de la Ley General del Mundial, elevado al Congreso por el gobierno de Dilma Rousseff, Romario dejó en claro que recomendará a sus pares de la Cámara Baja no atender a varias de las demandas de la FIFA, que exige el derecho exclusivo de fijar los precios de las entradas para los partidos.
En mensajes difundidos a través de su perfil en Twitter, el diputado del Partido Socialista Brasileño (PSB) defendió que la FIFA acepte las normas vigentes en Brasil, que les aseguran a jóvenes estudiantes y a ancianos con más de 65 años de edad pagar sólo la mitad del precio de las entradas.
Según el jugador, el respeto a la norma reduciría en 180 millones de reales (unos 100 millones de dólares) el monto que recaudará la FIFA con la venta de entradas para los partidos. “¿La FIFA tendrá ganancias de miles de millones y no quiere pagar una factura de 180 millones de reales? La ley es la ley y tiene que ser cumplida. Brasil tiene que poner fin a esta cosa de ser esclavo de la FIFA. La soberanía del país tiene que ser respetada”, expresó.
El ex jugador reiteró su posición en un contacto con la prensa sostenido la noche del lunes en Río de Janeiro: “Si (Brasil) no cambia esta mentalidad, si no pone a la FIFA en su lugar, luego la FIFA mandará más que nuestra presidenta”.
Esta no es la primera vez que Romario embiste contra las elevadas ganancias de la FIFA con el Mundial. Hace unos meses, ya había afirmado que a raíz del alto costo de las entradas, el Mundial de 2014 “será en Brasil, pero no será para los brasileños”.
El ex jugador también criticó duramente las fuertes inversiones realizadas por el gobierno brasileño para financiar la reforma y construcción de estadios y adaptarlos a las exigencias de la FIFA.
Tras visitar el lunes las obras del estadio Maracaná, donde brilló a lo largo de su victoriosa carrera, Romario consideró como excesivos los gastos con la reforma, que, según la gobernación de Río de Janeiro, llegan a 860 millones de reales (unos 477 millones de dólares). “Es un gasto totalmente inecesario. Yo y (el ex futbolista) Bebeto (también diputado federal) hemos vivido allí. Sabemos que no hay razón para hacer ciertos cambios”, sostuvo el ex futbolista, quien, en tono nostálgico, lamentó la transformación del antíguo “templo del fútbol” brasileño.
“Realmente ya no será el Maracaná que conocemos. Está totalmente desfigurado, es otro estadio. Y estoy en contra de estos gastos, por mucho que se convierta en uno de los estadios más modernos del mundo… Es un dinero que podría ser invertido en la salud… El Mundial es realmente una de las más grandes citas que existen, pero dura sólo un mes”, argumentó.
El gobierno brasileño de Dilma Rousseff espera ver aprobado a fines de 2011 o comienzos de 2012 el proyecto de la Ley General del Mundial.
La semana pasada, ante las presiones de la FIFA, aceptó dictar algunas modificaciones en el texto elevado al Congreso en septiembre. Pese a que la FIFA no comenta abiertamente sus críticas al proyecto brasileño, el diario “O Estado de Sao Paulo” aseguró en el último fin de semana que el ente rector estima en 1.000 millones de dólares las pérdidas que tendrá en caso de que no haya cambios en el texto elevado a los legisladores.
Además de la normativa que prevé el pago de media entrada para estudiantes y ancianos, la FIFA embiste contra la norma brasileña de prohibir la venta de bebidas alcohólicas en los estadios, lo que afectaría a uno de sus principales patrocinadores, la cervecera Budweiser.
Esta última disposición podría ser modificada en el texto final, según el ministro del Deporte, Orlando Silva, y el propio Romario, quien se manifestó favorable a autorizar la venta de cerveza durante los partidos: “Peor que beber en el estadio es llegar borracho”, argumentó.