La voz de Wálter Ruiz, narrador de TC Televisión, Gama Tv y radio Caravana, se confundía con la de decenas de personas que se reían, conversaban y desayunaban a las 06:45, en el Café de Tere, en el norte de Guayaquil.
El periodista empezaba a relatar el partido entre las selecciones de Holanda y Japón, el primero de la jornada mundialista sabatina.
El audio provenía de un radio JVC que Ernesto Jaramillo tenía instalado en su auto Lada 1991. Esperaba en el parqueadero del restaurante a su esposa Gladis Chacón, quien se había bajado a comprar dos bolones de queso y chicharrón. Los esposos se disponían a emprender un viaje de dos horas hasta Bucay, donde iban a pasar el fin de semana junto a sus hijos, Carlos y Ramón, quienes viven en ese cantón de la provincia del Guayas desde hace más de cuatro años.
Ernesto ha visto todos los partidos del Mundial de Sudáfrica desde que empezó el pasado 11 de junio. Ayer solo tenía previsto perderse el de los holandeses y japoneses pues, según sus cálculos, a las 09:00 ya se encontraría en la casa de sus hijos y podría ver el de Ghana y Australia. Por eso apuraba a su esposa para que regresara con el desayuno e iniciar el viaje.
Holanda es para Ernesto la selección favorita para ganar la Copa del Mundo. Lo es desde que España lo decepcionó tras perder ante Suiza 1–0, el martes pasado. Para Gladis también lo es, pero ella cuando viaja prefiere escuchar canciones de Leo Dan y Los Iracundos. Esta vez, los discos compactos de sus cantantes y grupos favoritos se quedaron en casa porque Ernesto le advirtió, antes de salir, que escucharía el partido de “La naranja mecánica”, como se conoce a la selección de fútbol holandesa.
Por eso, en el Café de Tere, la radio era la única alternativa de Ernesto para seguir el partido. En ese restaurante la ‘fiebre’ del Mundial no se siente. No hay decoración alusiva al torneo y tampoco televisores para que los clientes puedan ver los compromisos.
Andrés Andrade, médico, frunció el ceño y movió su cabeza como muestra de desaprobación cuando no encontró un televisor en el lugar.
Andrade Salía de su guardia nocturna en la clínica Santa María. Vestía jean azul, camiseta blanca y zapatos deportivos del mismo color y llevaba un mandil celeste. Sus ojeras pronunciadas y sus ojos enrojecidos advertían que había pasado la noche en vela. Para mantenerse despierto pidió un café cargado, que lo acompañó con una barra de chocolate negro.
Su deseo era comer un ‘tigrillo’ (plátano verde frito, molido y mezclado con huevo, queso y chicharrón), pero los ojos se le cerraban. Por eso tomó el café y se mojó la cara antes de subirse a su Mercedes Benz de 1995 y dirigirse a su casa. “¿Sabes cuánto quedó Holanda?”, le preguntó a Iván Hernández, el jardinero que a esa hora empezaba a darle mantenimiento al césped. “Ni idea”, respondió Iván.
Para salir de la duda, Andrés recurrió a su Blackberry. Entró a la página web de la FIFA y supo que el partido había terminado 1-0 a favor de Holanda. “Aquí está el campeón”, dijo refiriéndose a Holanda.
Detrás de él caminaba el pequeño Fabián Estrada, de nueve años, con sus padres. Al escuchar que Holanda había ganado sacó del bolsillo su ‘polla mundialista’ y dejó a un lado la tostada de jamón y queso que llevaba en las manos. La noche del viernes predijo que los holandeses derrotarían, con ese marcador, a Japón. Fue el primer pronóstico que acertó.