Lionel Messi no es el problema de la crisis del FC Barcelona. Pero, está claro, Messi tiene un problema. Tres partidos decisivos, cero goles. Tres finales consecutivas, nula participación. El mejor jugador del mundo ha ‘desaparecido’ en el momento clave de la temporada y eso es una dificultad para un equipo que depende del rendimiento de su ‘crack’.
En la final del partido, ante Real Madrid por la Copa del Rey, el pasado miércoles, 16 de abril, Leo Messi volvió a sorprender. Su figura abatida se recortaba sobre el césped del estadio de Mestalla mientras un hombre mucho más alto, vestido completamente de negro y con gorra y corbata, le pasaba el brazo por el hombro: Cristiano Ronaldo.
El mejor futbolista de los últimos años es hoy un jugador que genera múltiples preguntas y no ofrece ninguna respuesta. Nadie sabe qué le sucede, por qué se mueve apático por el césped, desentendido del partido durante largos lapsos e incapaz de involucrarse con sus compañeros.
Televisión Española ( RTVE ) ofreció desde Valencia un producto que puede generarle muchos réditos en el futuro: la ‘cámara Messi’. De las 24 cámaras instaladas en Valencia, una se dedicó a seguir durante los 90 minutos únicamente a Messi, sin distraerse con nada más.
En las imágenes que se podían seguir por Internet se observaba a un Messi muchas veces ausente, otras tantas cabizbajo, la mayor parte del tiempo caminando. Su lenguaje corporal no revelaba precisamente intensidad o compromiso.
Aunque todo con matices: la famosa estadística de la semana pasada -en la que se estableció que Messi corrió ante el Atlético de Madrid apenas 1,5 kilómetros más que el arquero José Manuel Pinto- encierra una trampa.
El argentino jamás se destacó por correr, y a nadie se le escapa que no por correr más se es mejor jugador. Con frecuencia son incluso mejores los que corren menos. Pero aunque el Messi de los grandes partidos solo corriera un poco más, la gran diferencia entre aquel y el de hoy es la sed de jugar, la obsesión por la pelota.
El balance del miércoles marca ningún remate entre palos, 10 pelotas perdidas y apenas dos faltas causadas. Por alguna razón -desconocida, porque Messi no abre la boca ante los medios en las noches de derrota-, lo que suceda con el partido y su equipo parece conmover al argentino mucho menos que antes.
Todo indica que lo que le importa a Messi ahora es el Mundial de Brasil, el gran parteaguas de su carrera, la cita que debe ponerlo en el nivel de Diego Maradona y Pelé y distanciarlo de historias como las de Alfredo Di Stéfano, Johan Cruyff o Michel Platini, quienes se quedaron siempre con la ilusión de un Mundial.
Los hinchas del Barcelona ya están convencidos: a Messi sólo le importa el Mundial. Cierto o no, el delantero es seguido de cerca, casi instalado en su casa, por Luis García, el preparador físico de la Selección argentina. Supervisando que el astro gaucho no recaiga en sus molestias musculares.
Si el 13 de julio alza el trofeo de la Copa Mundo en el Maracaná, nada de lo que hoy se dice le importará a Messi. Podrá hacer lo que quiera. Si no gana, en cambio, él y sus compañeros deberán volver a mirarse de frente buscando esa sinceridad y confianza, por ahora bastante difuminadas.