Pasó de profesor a alumno y cambió las canchas de fútbol por aulas universitarias. El miércoles 18 de agosto, el técnico de Aucas (club de la Segunda categoría), Janio Pinto, acudió a las 18:30 a la Universidad Autónoma de Quito (Unaq) con un jean gris, una chompa negra y un buzo blanco. Tenía un bolso que en la parte frontal lucía el sello de la entidad educativa.El estratega brasileño es uno de los personajes vinculados al fútbol profesional ecuatoriano que busca otra profesión útil, para cuando decida retirarse del balompié.
En casa dejó el calentador amarillo y rojo del cuadro oriental, luego del entrenamiento matinal. Saludó cordialmente con sus compañeros de aula y se alistaba a tomar la clase de Biología.
Pinto está en primer semestre de Ecoturismo. Su anhelo es ponerse una hostería, hostal o parrillada brasileña “en algún lugar exótico del país”.Pinto, como muchos jugadores o entrenadores, deben conjugar su tiempo de entrenamientos, concentraciones y partidos con los del estudio y los trabajos universitarios.
El estratega brasileño necesitó el respaldo de la directiva auquista, encabezada por Alberto Ayala, y de la compresión de los profesores y del rector de la Unaq, Vicente Rojas. Para poder cumplir con ambos compromisos, Pinto toma clases de forma semipresencial los lunes, miércoles y viernes, de 18:15 a 21:45.
“Al principio se molestaron un poco en Aucas, porque el objetivo es volver a la Serie B, pero luego ya comprendieron”, reveló el entrenador brasileño.Lo que más complica al DT son los viajes que debe cumplir en la Unaq por lugares turísticos del país. Son obligatorios y están dentro del pénsum de estudios.
“He conocido lugares maravillosos. No creí que Ecuador sea tan bello”, asegura a este Semanario con su acento brasileño, mientras sus compañeros lo observan sonrientes afuera del aula.
Estudiar Ecoturismo también le ha servido para mejorar su español, tanto en escritura como en pronunciación.
Además, muchas de las cosas que aprende las pone en práctica ante sus dirigidos en los entrenamientos, como liderazgo y administración de tiempos. Es decir, se convirtió también en una especie de gerente.Entrar a la universidad no representó mayor problema para el DT brasileño. En su país se graduó en el colegio laico particular Compacto, de Asistente Técnico de Administración. Lo difícil para Pinto fue volver a un aula luego de 20 años y recibir materias que no había tenido antes.
Asegura que el esfuerzo vale la pena, porque quiere tener el título superior, al igual que su hijo, Ranan Carlos Pinto, quien está por graduarse este año en Administración de Empresas, en Brasil.
Durante las mañanas entrena al equipo de Primera de Aucas, y en las tardes aprovecha el tiempo para estudiar. Pero, por los trabajos que exige la carrera, ha tenido ya algunas noches de desvelo.
Pese a ser un personaje público en el ámbito deportivo, no tiene privilegios en la Unaq. Reprobó en el módulo de Geografía por no conseguir el puntaje necesario y deberá presentar trabajos de recuperación para pasar de nivel.
Ex compañero de equipo, pero no de universidad
Vinicio Durazno, quien se desempeña como lateral, tiene una amistad con Janio Pinto de cinco años. Se conocieron cuando el DT brasileño dirigía en el 2005 al Deportivo Azogues. Allí, ambos lograron el ascenso a la Serie B y en el 2006 a la Serie A.
Para entonces, Durazno estaba por obtener su licenciatura en Turismo y Guía Nacional en la Universidad del Azuay. Tenía el apoyo del estratega auriverde para que asistiera a clases.
Tres años más tarde, ambos se reencontraron, pero ahora en el Independiente del Valle, de Sangolquí, donde se volvieron a convertir en compañeros de equipo y luego de aula.
El año pasado, al complejo del club en Sangolquí acudieron representantes de la Unaq a ofrecer carreras y facilidades de tiempo. Durazno, por poseer el título en su natal Cuenca, decidió estudiar para obtener la ingeniería en Ecoturismo. Ahora, ambos comparten el mismo curso solo en la materia de inglés, aunque a Pinto el camino lo llevó a Aucas.
A diferencia del entrenador, Durazno siempre vivió un debate entre el fútbol y la educación. Su padre, Enrique, se opuso a que se dedicara al deporte; pero fue su hermano mayor, Jaime, quien le motivó a seguir en esta disciplina.
Bajo la mirada recelosa de su progenitor, Durazno llegó a Deportivo Cuenca a los 18 años, a probarse. Debutó a los 19 en un partido contra Espoli, en 1998. Pero la carrera le duró apenas tres años. Desacuerdos con la directiva lo motivaron a retirarse del fútbol y dejar la universidad.
Viajó a Italia, donde estudió italiano y francés. Para no perder condición, jugó fútbol de forma aficionada, era un deporte que amaba. Por ello, cuando volvió al país a la edad de 25años, el Deportivo Azogues le abrió sus puertas, al igual que la Universidad del Azuay.
“Algunos profesores sí me recriminaron: ‘O te dedicas a estudiar o te dedicas al fútbol’”, recuerda ahora el jugador de 30 años.
Pero, al igual que Pinto, también ha perdido materias y ha soportado noches de desvelo para terminar trabajos, como hace una semana, cuando afrontó exámenes.
Miguel Ibarra busca un nuevo diseño para su vida
No solo crea jugadas dentro de una cancha de fútbol, también crea imágenes con su computadora. El sueño de Miguel Ibarra, defensa del club Universidad Católica, es ser diseñador gráfico y poco a poco le va dando forma. Él estudia en la Universidad Tecnológica América (Unita).
La noche del viernes 20 de agosto, llegó presuroso a su facultad, que está ubicada en la Oriente y Vargas, en el centro de Quito. Sus compañeros revisaban sus proyectos de tesis con el profesor William Ortega, por lo que Ibarra debió aguardar su turno. Mientras tanto, apuntaba los últimos detalles en su hoja de ruta.
El jugador, que también es seleccionado y que tiene 26 años, cursa octavo semestre de Diseño Gráfico, está a un año de terminar la carrera. “Estoy consciente que la carrera de futbolista no es para siempre”, aseguró.
Dentro de sus planes, con el dinero que ahorre en esta actividad deportiva desea ponerse una empresa de diseño en el área de la publicidad e imágenes.
Estudiar también es una forma de agradecimiento a su progenitor, Juan Ibarra, quien falleció en febrero de este año. Su madre, Cecilia Navarrete, vive en el extranjero y él se crió con su abuelo Miguel Tixe, en el sur de Quito.
Su rutina empieza desde temprano. A veces duerme poco, porque termina sus trabajos en la madrugada. Por suerte para él, sus compañeros le envían información de los deberes por correo electrónico cuando tiene que faltar por las concentraciones con su equipo. Sus compañeros de aula lo admiran, aseguran.