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En nuestro país (Colombia) estamos felices y desbocados con la Selección, culturalmente, lo único que nos ha unido es el fútbol con los triunfos de la tricolor. Tenemos fiebre amarilla.
Para llegar a este punto después de tantos años, un sinnúmero de acontecimientos fueron sucediendo y la Federación Colombiana no encontraba respuestas a sus objetivos. El ser sede como país, del Mundial Juvenil FIFA 2011, nos puso a pensar diferente.
La palabra Mundial entró en nuestro cerebro, y gracias a este evento, mejoraron nuestros estadios. Los procesos bien llevados funcionan y en dicho Mundial, apareció el James que ahora nos deleita.
El primer paso de la Federación fue buscar un seleccionador de experiencia, conocedor del tema de eliminatoria y mucha trayectoria, porque nuestros jugadores jugaban en equipos de Europa. El elegido fue José Pekerman.
Su sencillez es parte de su personalidad. Él empezó ganando las eliminatorias contra Perú de visitante en Lima y luego en Barranquilla se hizo fuerte y volvimos al Mundial después de 16 años.
No hay egos dentro del grupo y se juega como se vive, hasta se baila el mismo ritmo. Desde nuestra identidad de juego (posesión), Colombia empezó a crecer y con firmeza en los conceptos tácticos se hizo fuerte como equipo hasta el punto de estar invicta en Brasil 2014.
Colombia tiene un sistema de juego 4-4-2 y tácticamente se equilibró defensivamente y ofensivamente, características que las encontró en este torneo. Tenemos una Selección para rato, con excelentes jugadores y con un futuro inmenso.