Mucho se ha comentado ya sobre el grupo que le tocó a Ecuador en el Mundial. Que si es superable. Que si Honduras es inferior. Que si esta Francia no se parece en nada al súper modelo Zidane 98.
Que quiénes también serán esos suizos, que de chocolate, banca y relojes nomás saben. En fin, se ha derrochado gran optimismo.
En realidad, en estricto rigor analítico, quizás Ecuador es el más débil de los cuatro (hay en los rivales un poco más de tradición, estructura, trayectoria del cuerpo técnico y de ciertos jugadores); pero no por mucho.
Ecuador no está tan abajo. La suerte de Reinaldo Rueda no solo está en que le tocó el cabeza de serie que todos querían y el excampeón más débil de todas las eliminatorias, sino también en el calendario, muy parecido al que disfrutó Luis Fernando Suárez en Alemania: apertura con el rival europeo de segunda línea, luego viene el equipo centroamericano y se cierra con la potencia de primer nivel. Aquí, el orden de los factores sí altera el producto.
Quizás la gran diferencia, la gran piedra que podría estropearlo todo sea Honduras. Suárez sabe perfectamente cómo jugarle a Ecuador y conoce sus defectos, que son muchos.
Lo más terrible sería que el Mundial ocurra el típico empate con los catrachos. No sería ninguna locura que ambos se eliminen. Ojalá que no. Ojalá que se haga todo bien para dar ese salto en la historia que todos exigen.