Ebelio Ordóñez no deja de sonreír y soltar bromas a sus compañeros del Aucas, mientras ingresa a los vestidores del estadio del sur de Quito, en Chillogallo.
El corpulento jugador (mide 1,89) cambia su calentador por una camiseta anaranjada y una pantaloneta negra. Camina a la cancha y espera instrucciones de Janio Pinto, DT de Aucas.
fakeFCKRemoveEl ‘Corcel Negro’, como lo apodan, toma un balón y con pases cortos va de un lado a otro en la cancha. El entrenador observa con detenimiento y siente alivio. “Cuando llegó estaba mal físicamente”, dice.
Ebelio, de 36 años, retornó a las canchas, en abril de este año, luego de cuatro meses de descanso en Esmeraldas, su tierra natal, donde nació en 1973.
Una llamada telefónica del entrenador Dragan Miranovic, quien dirigía al equipo oriental al inicio del torneo de la Segunda Categoría de Pichincha, definió su regreso. Ebelio conoció a Miranovic en El Nacional, equipo en el que estuvo nueve años.
En el equipo militar convirtió 127 de los 169 goles que lo ubican entre los tres futbolistas más destacados, entre 1997 y el 2009.
Para Ebelio este es uno de los mejores recuerdos de su carrera, aunque admite que no soñó ser futbolista. y que sus logros no lo hacen más que ningún otro jugador. El ‘Corcel’ hace una pausa mientras se acomoda en la segunda fila de las gradas del estadio de Chillogallo para observar el entrenamiento de sus compañeros. Sonríe al ver a los juveniles y cuenta que su vinculación al fútbol se dio por casualidad. A los 18 años cuando cumplió el servicio militar sus compañeros se dieron cuenta de su talento. Le dijeron que debería dedicarse al fútbol, pero no le dio importancia. De niño jugaba con sus amigos del recinto Cotopaxi (ubicado a 25 km del ingreso a Esmeraldas).
Dos años antes de ingresar al cuartel, con 16 años, Ebelio trabajaba en una bananera donde empacaba cajas de plátanos y dejó a un lado el fútbol. El dinero le sirvió para pagarse los estudios y contribuir con los gastos de la casa. Ahí vivía con sus 10 hermanos (siete hombres y tres mujeres).
Cuando culminó el año del servicio militar retornó a Esmeraldas y su hermano Jerónimo Ordóñez lo llevó a Guayaquil. Daniel Rodríguez, que dirigía al Nueve de Octubre, lo conoció. Cuando vio a Ebelio se dio cuenta que tenía potencial para jugar y destaca su sencillez y humildad. Además, le recomendó que no imitara a nadie y que sobresaliera con su esfuerzo, que no usara aretes ni se pintara el cabello. “Eso hacían los jugadores que nunca trascendieron”, sostiene con firmeza el tutor (Rodríguez).
Ebelio siguió el consejo de Rodríguez, su tutor, y en 1993 se vinculó al Nueve de Octubre y un año más tarde al Panamá, ambos de Guayaquil.
Al hablar de Rodríguez, su semblante cambia, sus ojos brillan. “Él hasta ahora me aconseja y le hago caso, para mí es más que un amigo”, expresa Ordóñez.
Durante su estadía en Guayaquil se convirtió en un miembro más de la familia Rodríguez. Con ellos almorzaba los días que estaba libre. Daniel, de profesión agente aduanero, le consiguió un departamento y le ayudó con alimentación y las vitaminas. Al poco tiempo, los Rodríguez eran fanáticos de Ebelio. “Íbamos a los estadios a alentarlo sin importar que nosotros somos hinchas del Emelec”, expresa Rodríguez.
En 1996, Ebelio fue al Técnico Universitario de Ambato, donde se destacó con sus goles.
Antes de que culminara el año se vinculó al Victoria de Honduras, pero por un desacuerdo económico retorno al país. En 1997, Julio Morales, presidente vitalicio del Panamá, vendió sus derechos a El Nacional. “El Espoli estaba interesado, pero la negociación se adelantó con el equipo militar”, recuerda el tutor.
Ebelio trata de recordar su vinculación a El Nacional. Con los dedos marca cada año y llega a los nueve. Sus compañeros, sentados al filo de la malla de la cancha, tratan de escucharlo.
Diego Herrera, ex compañero de Ebelio en El Nacional y agente futbolístico, reconoce sus dotes de goleador. “En 1999 se destacó por los goles que convertía cuando se ubicaba en la punta”.
Cuando Ebelio decidió apartarse del equipo de los puros criollos en el 2007, se contactó telefónicamente con Rodríguez.
Él le dijo que no olvide que tiene que ser responsable.
El ex DT del Deportivo Quito, Carlos Sevilla, lo vinculó en el 2008. En ciertos partidos, Ordóñez no jugó de titular pero cada vez que ingresaba marcaba los goles. Los hinchas lo apodaron ‘la solución Ordóñez’. El contrato se terminó en el 2009.
Los seis meses que estuvo en Shanghai Juicheng de China (2005) evita recordarlos. En ese equipo le fue mal. Una situación similar pasó en el Emelec, en el mismo año.
Su prioridad en estos días es el zonal de Ascenso de la Segunda Categoría. Él admite que por su edad tiene que esforzarse más a diferencia de los jóvenes ágiles con los que juega.
Es parco al tocar el tema de su vida personal. No le gusta hablar de sus hijos ni de su esposa. Pero cuenta que en los ratos libres pasea con ellos y cuando está en casa prefiere cocinar.
Él vive en Sangolquí y desde ahí sale en su auto a los entrenamientos del Aucas. Una de sus ilusiones es volver al fútbol de la A con sus 36 años. Sabe que no será fácil pero lo intentará. “Si hubiese nacido en otro país sería distinto, pero soy esmeraldeño, y eso pesa”.
El futbolista mientras frunce el ceño dice que por su edad no hay empresarios que “te quieran representar ni siquiera te toman en cuenta”.
El jugador, que ha estado en 13 clubes, se levanta de las gradas y retorna a la cancha donde Pinto da instrucciones a los demás jugadores, antes de culminar la práctica. Ebelio busca adaptarse al ritmo de los juveniles.