La máscara tipo Spider Man, como la que usaba el delantero Otilino Tenorio cuando anotaba para su Emelec, esperaba que algún hincha azul se decida y la rescatara de en medio de esa tribuna repleta con camisetas de los equipos del balompié nacional.
La mañana este domingo 1 de diciembre, cuando Emelec puede definir el campeonato de fútbol en Portoviejo, el ajetreo en los locales de la Bahía, en pleno centro de Guayaquil, fue intenso.
Los comerciantes de indumentaria deportiva apostaron por adquirir diseños de todo tipo para atraer a los emelecistas: desde las tradicionales azul eléctrico, pasando por plomas, hasta blancas con leyendas como ‘Campeón, ponte 11’, en alusión a la estrella 11 que podría conseguir este domingo el Ballet Azul en el cotejo contra el Manta.
“Pero casi no compran, los emelecistas están chiros. Más salida han tenido las de Barcelona”, contó el vendedor Jorge Albán, quien hasta el mediodía había vendido unas tres docenas de blusas.
Wilmer Herrera, otro comerciante, ofreció camisetas de entre USD 7 y 12. Pero él no cambió la de Barcelona por nada. “Sí, confieso, soy barcelonista. Y el año pasado para esta fecha ya habíamos dado dos vueltas olímpicas. Los emelecistas están que ven la copa y no la tocan”, dijo sin reparos, aunque eso le costaba que los compradores azules busquen otro local. Y también, una que otra burla. “¡Calla, sufridor!, por gusto”, bromeaban algunos transeúntes.
Aunque el equipo amarillo es cuarto en la tabla acumulada de posiciones, sus hinchas no se avergonzaron en vestir la piel de su equipo. En los parques del centro, en el Malecón 2 000, por las calles y hasta en las misas dominicales, las camisetas de los dos equipos del Astillero se disputaban el protagonismo.
Al puesto de Diego Alcocer llegaron algunos amarillos que aún fantaseaban con la estrella 14, por el campeonato que el año pasado ganó el Ídolo del Astillero. Buscaban una camisa para lucir en la tarde, cuando su equipo enfrentará a la Universidad Católica, en el estadio Monumental.
Walter Rivera, emelecista desde que nació, miraba a los fanáticos amarillos y sonreía. Él joven buscó entre las perchas una diminuta camiseta azul para su hijo Mateo, de solo ocho meses. “Esta pasión se hereda”, dijo mientras miraba cómo el bebé, que apenas da unos pasos chuecos, lucía una prenda teñida con la frase ‘Boca del Pozo’.