Ayrton Senna falleció el 1 de mayo de 1994 durante el Gran Premio de San Marino, en el circuito de Imola, Italia. Han pasado 31 años desde aquel trágico día que sacudió al automovilismo mundial.
El brasileño, tres veces campeón del mundo (1988, 1990 y 1991), acumuló en su carrera 41 victorias, 65 pole positions y 80 podios en la máxima categoría. Su vida se apagó a los 34 años, tras impactar violentamente contra un muro del Autodromo Enzo e Dino Ferrari durante la carrera.
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Ayrton Senna, su muerte y legado
Aquel fin de semana fue uno de los más oscuros que recuerda la Fórmula 1. El viernes, en los entrenamientos, Rubens Barrichello sufrió un grave accidente en la chicane Variante Bassa, aunque salió ileso. Un día después, el sábado, el austríaco Roland Ratzenberger perdió la vida al estrellarse a más de 330 km/h en la curva Villeneuve, cuando disputaba su primera temporada en la categoría.
El domingo, durante la carrera, Senna perdió el control de su Williams en la curva Tamburello, estrellándose contra el muro a una velocidad aproximada de 220 km/h. Fue trasladado en helicóptero a un hospital de Bolonia, donde se confirmó su fallecimiento. Las investigaciones determinaron que las lesiones fatales fueron causadas por la rotura de la suspensión delantera, que perforó su casco, mientras que la rueda delantera derecha también golpeó su cabeza.
Su muerte marcó un antes y un después en la Fórmula 1 y trascendió lo deportivo. Bernie Ecclestone, entonces jefe de la categoría, describió aquel suceso como “una crucifixión en vida”. La conmoción fue global, pero especialmente profunda en Brasil, donde Senna era un héroe nacional.
Meses después, la selección brasileña de fútbol le rindió homenaje tras ganar el Mundial de 1994 en Estados Unidos. Los jugadores desplegaron una pancarta en la final que decía: “Senna… aceleramos juntos; el tetra es nuestro”.
Los restos de Ayrton Senna descansan en el cementerio de Morumbi, en São Paulo.
El Confesionario – Luis Fernando Saritama