Nelson gutiérrez, entrenador de equipo de atletismo. Foto: Archivo/ EL COMERCIO
¿Usted creía que Álex Quiñónez debía tener una segunda oportunidad luego de los problemas disciplinarios que lo distanciaron del atletismo?
Sí, desde que fue aceptado en la selección de atletismo de velocidad, por el trabajo que realizó con disciplina, marcó un antes y un después en su carrera deportiva.
Las atletas Marizol Landázuri y Ángela Tenorio le pidieron a usted el ingreso de Álex al grupo, en mayo del 2017. ¿Lo aceptó sin reparos o dudó?
Tiempo atrás, cuando en el Ministerio de Deporte algunos funcionarios me plantearon entrenar a Álex, nunca acepté porque creía que no era el momento. Pensé que había perdido la pasión por el deporte. Las chicas me hicieron el pedido, me entrevisté con él, quería saber cómo estaba porque había perdido tiempo. Conservaba el talento, pero había dejado de entrenarse dos años. Le hicimos algunas pruebas para saber cómo estaba su musculatura, su salud. Todo estuvo positivo y comenzamos el proceso, a los cuatro meses de entrenarse con nosotros ya ganó una prueba en Ávila, España.
¿Llegó lesionado?
Él tenía secuelas del trabajo anterior. Nos enfocamos en el fortalecimiento, sobre todo de isquiotibiales y espalda baja. Lo primero fue que él mejorara su musculatura y crear una cultura hasta la excelencia. No le gustaba darse masajes, nunca había seguido un plan de profilaxis (planes preventivos de salud). Lo sometimos a este plan, porque para llegar al nivel que está se necesita de varios aspectos, no solo físico y técnico. También
fisiológico, psicológico y teórico. Nos dimos la tarea de que conociera más del deporte.
¿Le puso condiciones para comenzar a dirigirlo?
Le exigimos disciplina, no se podía perder un día de entrenamiento, porque empezamos a trabajar justo en el inicio del ciclo olímpico y si quería llegar al final había que comenzar bien. Teníamos que alejarnos de las lesiones, y afortunadamente nunca aparecieron. En estos dos años y medio hemos hecho un proceso prudente y paulatino, y estamos compitiendo en la Liga de Diamante, donde están los mejores atletas del mundo. En el ranking estamos primeros, empatados con el campeón del mundo, el turco Ramil Guliyev, en 31 puntos. Eso le da una jerarquía y excelencia entre los atletas.
¿Cómo recibió esos cambios y exigencias?
Bien, él se dejó llevar. Pensé que era un atleta difícil a la hora de convivir, de implementar cambios. Mejoró su alimentación, suprimimos sal, azúcar, aceites. Aumentamos la cantidad de ensaladas. Él fue haciendo conciencia.
Después de ganar la medalla, él fue directo a abrazarlo, ¿qué le dijo?
Detrás de un atleta hay un ser humano. Esos detalles son importantes porque existe una comunión de atleta-entrenador, que se convierte en un matrimonio, donde hay mucho que compartir y comunicar.
Él me decía, a mí me hace falta cariño. El aspecto paternal es importante en él y lo logró Caridad Martínez (fisioterapeuta del equipo), cuando lo llevó a vivir a su casa y lo cobijó en un momento importante. Se transformó en un mentor. Después de ganar el oro, se emocionó, porque los objetivos que se han planificado los está alcanzando. Va viendo el progreso.
Ha sido campeón en los tres torneos previos a los Olímpicos. ¿El proceso debe culminar el podio en Tokio 2020?
Tenemos la ilusión de poder llegar a una medalla olímpica y vamos por el camino. Hasta ahora se ha podido cumplir la planificación, esperamos que siga el apoyo del Estado para el financiamiento de campamentos en el exterior, para estar en 10 competencias preparatorias. Es importante la logística y contar con un equipo multidisciplinario, viajar con anticipación para adaptarse al horario y al clima. Son diferentes factores que influyen en el producto final.
¿Ahora usted se siente un padre para Álex?
Claro que sí. Cuando trabaja con pasión, con un deseo que les vaya bien, se transforma en el padre de muchos hijos.
Biografía.
Nació en La Habana. Tiene 51 años.
Trayectoria.
Pasó por la Federación de Orellana y labora para Pichincha.