Caridad Martínez recibe a los atletas en su clínica de rehabilitación, que está muy cerca de la pista Los Chasquis. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Todos lo conocen como Cari. “En el colegio me hacían bullying por mi nombre”, pero es el que escogieron sus padres y que define mucho su personalidad: es Caridad Martínez, fisioterapeuta del equipo de velocidad de Ecuador y ahora también de algunos atletas élite de Colombia.
“Nadie entendía cómo un negro alto y fuerte se llamaba Caridad, por eso las bromas en el colegio”, recuerda el profesional, que llegó en 1997 a Ecuador para trabajar con Jefferson Pérez como su fisioterapeuta. Lo hizo hasta el 2005.
Fue un pedido especial que hizo la Federación Deportiva del Azuay a Cuba Deportes. “Vine porque iba a trabajar con un campeón olímpico”.
Nació en Pinar del Río. Es licenciado en Cultura Física y Tecnólogo en Naturopatía y acondicionamiento físico, pero en los últimos años ha trabajado en fisioterapia.
Vivió 20 años en Cuenca, donde abrió su clínica de rehabilitación. Allí trabajó con los marchistas Andrés Chocho, Paola Pérez y Daniel Pintado y con la selección de natación, entre ellos Samantha Arévalo y los hermanos Iván y Esteban Enderica.
Hace tres años se trasladó a Quito para trabajar con Nelson Gutiérrez, entrenador de Ángela Tenorio, Álex Quiñónez y del equipo de atletismo de velocidad. “Nunca antes habíamos trabajado juntos, pero Nelson conocía mi trayectoria y yo la de él. En esos años, Ángela había ganado dos medallas mundiales juveniles”.
Se unieron para formar un equipo multidisciplinario que ya tiene prestigio internacional por los resultados obtenidos con las dos ‘Joyas del atletismo sudamericano’. Los últimos: la medalla de oro de Álex Quiñónez en los Panamericanos y la de bronce en los 200 metros del Mundial.
Desde este año se unió el colombiano Anthony Zambrano, medallista de plata en el Mundial y doble medallista de oro en los Panamericanos: en los 400 metros y la posta 4x400m.
Caridad es el encargado de la recuperación muscular de los deportistas. “Desde que iniciamos nuestro trabajo hacemos un plan de prevención con cada uno de ellos. Álex participó este año en 15 carreras con los mejores del mundo y no se ha lesionado desde hace tres años. Anthony corrió en diez eventos y físicamente está bien. Esos resultados son un éxito para mí”.
Los atletas dicen que sus manos son mágicas. Que curan. “Lo que hago es transmitirle al atleta seguridad. Ellos tienen la convicción que están en capacidad de cumplir las exigencias del entrenador”. Por eso, dice que la recuperación que hace es física y mental. Mientras realiza las sesiones de masajes, les pide que descarguen sus emociones, porque “el cuerpo, la mente, el alma y el espíritu deben fluir y mantener un equilibrio”.
Su trabajo es tan minucioso que ninguno de los atletas deja que otro profesional del área ‘toque’ sus piernas. Él es quien hace los masajes con hielo o con calor; de estiramiento y de quiropraxis.
Se llena de alegría al relatar que más de 15 medallistas olímpicos y mundiales han sido tocados por la magia de sus manos, entre ellos, los cubanos Alberto Juan Torena y Javier Sotomayor, atletas símbolos de Cuba. También ha colaborado con la venezolana Yulimar Rojas, flamante campeona mundial del salto triple.
En los torneos internacionales suele encontrarse con atletas y entrenadores que fueron sus alumnos, quienes suelen pedirle que les ayude con un masaje: “jamás me niego a hacerlo”, afirma.
Con esa generosidad, Caridad Martínez recibió en su hogar a Álex Quiñónez, en mayo del 2017, cuando el esmeraldeño pidió una oportunidad para trabajar con la selección. “Por un momento dudamos, pero finalmente lo aceptamos. Lo llevé a mi casa, lo traté como uno más. Hoy me dice papá”.
Sí, Álex lo reconoce como un padre, porque se sintió parte de una familia. Protegido. En la casa de Caridad y su esposa Yadira encontró cariño, además de techo y comida.
Desde enero, su nuevo huésped es Anthony, quien se acopló fácil a su nueva familia. “A la hora del almuerzo y la cena, todos nos sentamos en la mesa. Conversamos de lo que nos ha pasado, de nuestras cosas”.
Luego, cada uno sabe que tiene que lavar los platos y los utensilios que utilizó. Deben mantener aseada su habitación y ayudar con el resto de la casa. “Somos una familia”.