El Rally Dakar despierta mucha expectativa en todos quienes tenemos afición por el mundo tuerca, más aún desde que se desarrolla en territorio latinoamericano.
En función de ello y en vista que este año el Rally llegaba a Lima, decidimos viajar en motos para ver su paso. Como amantes de la aventura, nos planteamos ir a Perú por las montañas, atravesando parte de la Amazonía peruana y desde allí internarnos en la Serranía para explorar lugares remotos, de gran belleza, y conocer más de su cultura.
Una vez revisados los mapas, trazamos la ruta. Sin embargo, nos encontramos con que enero es época de invierno y de muchas lluvias, lo cual complicaría el viaje. Pero nada de esto detuvo nuestro espíritu aventurero, pues simplemente debíamos ir mejor preparados en cuanto a equipo y estado físico.
Inicialmente éramos seis viajeros, todos en motos Kawasaki KLR 650. No obstante, tres de ellos después descartaron el viaje por motivos personales y laborales.
Patricio Anda, Carlos Albornoz y yo, Andrés Molestina, como guía y promotor de la aventura, partimos el 2 de enero rumbo a Lima, haciendo nuestro propio rally para llegar al evento. En esos días había muchos aventureros que se trasladaban al sur, y en la ruta a Cuenca encontramos a Andrés y Daniel Bermeo, dos amigos que hacían su viaje aparte.
Luego de una pequeña charla al filo del camino les invitamos a unirse a nuestro grupo para realizar esta aventura, conformando así una agrupación de cinco personas.
La lluvia fue nuestra compañera constante en la frontera suroriental. Caminos lodosos y varios deslaves fueron los primeros obstáculos que debimos sortear. Así fuimos adentrándonos en territorio desconocido, de parajes impresionantes por su belleza y dureza.
Nuestro primer punto a conocer fueron las Ruinas de Kuelap en Chachapoyas. Ahí acampamos en la parte baja de esta fortaleza preincaica, donde disfrutamos la soledad de las montañas y la magnifica energía que emanaban.
A partir de allí nos internamos en los Andes peruanos, donde el frío y la lluvia dificultaban nuestra travesía. Los lodazales y los abismos nos quitaban el aliento, pero nos apasionaba continuar disfrutando estas nuevas vivencias.
Pasamos por Celendín, Cajamarca, Cajabamba y rumbo a Huamachuco decidimos cambiar de ruta para acortar camino, ya que llevábamos un día de retraso según el itinerario. Nos dirigimos hacia Sarín, poblado incrustado en las montañas donde sus habitantes nos recibieron temerosos y cautos, pero después nos compartieron lo poco que tenían.
La idea de acortar camino chocó contra un sendero muy difícil y técnico en el manejo. La inclemencia del clima nos dio con todo, pues la lluvia fuerte y granizada sobre los 4 300 msnm quiso amilanarnos. Decidimos volver hacia Huamachuco por una ruta más segura. Terminamos el día con frío, cansancio y hambre, pero enriquecidos por aquella vivencia extrema.
Al día siguiente continuamos la ruta, esta vez ya con dos días de retraso. Sin embargo, el clima mejoró un poco y con luna llena nos aventuramos a viajar durante la noche para recuperar el tiempo perdido.
Poco a poco fuimos perdiendo altura hasta llegar a Chuquicara, entrada al famoso Cañón del Pato.
Cruzamos la Cordillera Blanca a través de un paso de montaña situado a 4 820 msnm. Cuando la noche cayó, la naturaleza arremetió nuevamente. Una fuerte nevada, el frío y un camino de piedras sueltas por los deslaves puso a prueba nuestra osadía de habernos internado es estos inhóspitos parajes.
Arribamos a Huaraz a las 23:30, muy maltratados y cansados, pero con el espíritu aventurero intacto.
Después de 10 días y 1 800 kilómetros recorridos, llegamos por un camino asfaltado hasta Ica, donde acampamos y esperamos el arribo del Rally al día siguiente. Presenciar el paso de las motos, los autos y los camiones de la competencia fue el premio a las vivencias extremas de los días anteriores.