La competencia entre proveedores de productos o servicios suele ser beneficiosa para los consumidores, pues hace que ellos tengan la oportunidad de escoger entre lo que más les conviene por ajustarse a sus requerimientos y expectativas.
Hace, también, que los ofertantes se esmeren por entregar la mejor calidad posible, con el fin de que su propuesta convenza a los usuarios y ello asegure la sustentabilidad de su actividad en el tiempo.
Es ahí donde la trayectoria marca diferencias notables y hace que la balanza de la preferencia popular se incline hacia un lado o el otro, más aún cuando una de las partes busca prematuramente lograr una supremacía, en lugar de promover una rivalidad constructiva que hasta puede resultar beneficiosa.
En la comunicación, como en cualquier otro ámbito, el prestigio se gana a pulso y es el resultado de un largo período en el que los aciertos han sido muchos más que los errores. Las audiencias premian esa labor con su fidelidad y confianza hacia quien contribuye a satisfacer sus necesidades.
Por ello, cabe recordar que conviene aprender a caminar antes de correr. La improvisación no es la mejor estrategia cuando los objetivos trazados son ambiciosos y el adversario es respetable.