Luis Fernando Calo (izq.), deportista con discapacidad visual parcial, con el atleta venezolano Gabriel Muñoz en La Carolina. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Gabriel Muñoz salió de Venezuela convencido de que el sueño de convertirse en un atleta de élite se había esfumado por completo. No obstante, entre la venta de dulces en los buses y las agotadoras sesiones de entrenamiento, ese anhelo ha vuelto a tomar forma en Quito, a más de 2800 metros de altura sobre el nivel del mar.
El delgado corredor de 25 años que vende caramelos se plantea llegar a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 como guía del ecuatoriano Luis Fernando Calo, reciente ganador de la Maratón de Boston entre las personas con discapacidad visual parcial.
Con Calo se ejercita bajo la tutela del entrenador Fredy Moposita y en agosto buscarán la marca A para Tokio en los 42.195 km de la maratón. De momento, según confirmó el técnico tricolor, el registro de dos horas y 48 minutos (2:48) es marca B para dicha cita.
El atleta con discapacidad visual realizó la afamada carrera en EE.UU. con la compañía de Daniel Sánchez, otro lazarillo que también lo ayuda, toda vez que Muñoz no pudo viajar por problemas de visado.
“Tiene técnica, buenas condiciones y como guía ha respondido muy bien. Lo que necesita es apoyo”, dijo Moposita sobre su pupilo venezolano, a quien entrena desde hace un año y medio.
“Me siento parte de ustedes y quisiera traer una medalla olímpica para Ecuador. Estamos enfocados en llegar a Tokio 2020”, recalcó el maratonista.
Los entrenamientos y los buses
Gabriel Muñoz vende caramelos, chocolates y otros dulces en los buses de transporte urbano. Foto: Carlos Rojas / EL COMERCIO
Gabriel Muñoz, quien de Carabobo extraña sobre todo los abrazos de su madre, pide disculpas a los pasajeros del bus y empieza a explicar que vende dulces y caramelos para poder subsistir como tantos otros venezolanos que ahora residen en Ecuador. Luego saca la sección deportiva de un periódico donde aparece él en una fotografía grande y a color junto con Luis Fernando Calo. Explica que son atletas y que quieren representar al país en los Juegos de Tokio.
Recalca que la publicación es de El Comercio y añade que han salido reportajes en otros medios como El Telégrafo, La Hora…
Ataviado con ropa deportiva, en pantaloneta y con una gorra, saca de una descolorida y raída mochila chocolates y luego pasa por cada uno de los asientos en aquel ritual tan conocido por quienes frecuentan los buses de transporte urbano en la capital ecuatoriana. “Uno en USD 0,25 y los cinco en USD 1”, recita mientras pasa de puesto en puesto.
Después de los entrenamientos diarios, que en ocasiones arrancan en las madrugadas, empieza su trajinar de parada en parada. Suele trabajar hasta las 17:00 y solo entonces se retira cansado a la casa para recuperar su cuerpo de las exigentes prácticas.
La venta de caramelos y chocolates le permite ganar dinero. Al inicio estuvo también en un restaurante, pero solo llegaron a pagarle por uno de los tres meses que allí trabajó.
En su juventud quiso jugar al fútbol, pero una lesión lo alejó de la posición de defensa. Entonces, con 19 años y ya fuera de las canchas, una apuesta contra su hermano mayor, por ver quién corría más rápido en una 10K, lo motivó para dedicarse al atletismo. Luego estudió Educación Física y hace un año y medio llegó a Ecuador. “Carabobo es como Guayaquil, caliente, pero estoy contento aquí. Lo que más extraño son los abrazos de mi madre”, dice con nostalgia antes de subirse a otro bus de transporte urbano.