La afición por un equipo une a las familias en casa y en los estadios

Susana Collaguazo sigue al Aucas por su padre.‘JC’ Díaz heredó la afición chulla y la pasó a su hijo. Freddy Martínez va al estadio con su papá y su hermana.

El palco de Liga, el sitio favorito de los Martínez

Vicente Martínez, de 73 años, se sienta siempre junto a sus hijos Freddy (42) y Karina (38) en las gradas de la fila seis del sector oriental de palcos del estadio Rodrigo Paz, durante los partidos de la ‘U’.

Adquirieron los palcos en el 2008, cuando el club vivió una época gloriosa con la conquista de la Libertadores. Desde entonces, disfrutar el fútbol en ese lugar se volvió una tradición familiar.

Ahora, la familia creció. Freddy tiene a su esposa y a su hijo José Ignacio, de 6 años. Por ello, “quiere hacer un esfuerzo” y comprar un palco a su heredero.

José Ignacio aún “está chiquito”, pero tarde o temprano irá al estadio, recalca Freddy, quien en verdad le tomó afición a la ‘U’ cuando tenía 6 años.

A esa edad, el quiteño solo sabía que Liga tenía tres títulos en sus vitrinas. Era la época en que el equipo albo jugaba de local en el Olímpico Atahualpa y cuando se programaban tripletas en el escenario. Su padre lo llevaba de la mano al estadio, aunque no jugara LDU. “A mí solo me gustaba ir cuando jugaba Liga, si no me escondía”, dice en son de broma.

Esas experiencias le volvieron un seguidor a ‘muerte’ de la ‘U’. Cuando se inau­guró la Casa Banca, en 1997, consiguió trabajo en el bar del estadio. Pero solo estuvo ahí antes del cotejo. Luego, se ‘escapó’ y se fue a ver el juego ante el Atlético Mineiro de Brasil.

Con los años, también viajó a otras ciudades para ver al equipo y también pasó sinsabores. En la final del 2015, ante Emelec, se quedó sin entrar al Capwell.

Ahora le gusta ir a la Casa Blanca con su padre, porque dice que él “entiende bien del fútbol y tiene buen ojo para identificar a los jugadores”. En la última final, ambos se abrazaron y celebraron.

Aucas es lo único que hace llorar a Susana

Susana Collaguazo es capaz de madrugar, ausentarse del trabajo y hasta viajar 14 horas en bus con tal de ver al Aucas en acción.

La quiteña, de 48 años, es soltera. Aunque dice que si lo piensa bien el equipo oriental es su pareja. “En mi trabajo siempre digo que el único que me hace sufrir y llorar es el Aucas. ¡El resto, nada!”, dice en son de broma en la habitación de su hogar, en el sector de Chillogallo, a unas tres cuadras de la ‘Caldera del Sur’, donde juega de local ‘Papá’.

Su habitación está repleta de banderas, camisetas y distintivos del cuadro oro y grana. Su padre, José Collaguazo, le inculcó la afición. El hombre de 73 años se jacta de haber visto al equipo oriental cuando jugaba en El Arbolito, el escenario donde se disputaba el Campeonato hasta la década de los setenta.

Con él, la mujer siempre acude al estadio Gonzalo Pozo Ripalda. Sus sobrinos Grace, Randy y Pablo, su hermana Zoila y su cuñado Galo también la acompañan. Varios de ellos se juntan en el hogar antes de ir al estadio. Preparan papel picado y toman las matracas para hacerlas sonar fuerte desde los graderíos.

Ellos forman parte de la barra Guardia Oriental, una de las aficiones fieles de ‘Papá’. Con los hinchas, Susana se siente en un ambiente familiar. Con ellos ha disfrutado alegrías y tristezas. “Esta etapa final del torneo fue muy fea. Hubo lágrimas luego del partido con el Mushuc Runa, fue horrible”, cuenta.
Esa experiencia la quiere olvidar pronto. Ella pertenece al plan de socios. Por ello, piensa ir a todos los partidos del Campeonato del 2019. “Ese tiene que ser nuestro año”, expresa convencida la aficionada oriental.

‘JC’ heredó la pasión chulla y la pasó a sus hijos

En los graderíos del estadio La Cocha de Latacunga, Juan Carlos Díaz se abrazó con su padre y hermano (ambos de nombre Fausto) tras el título del Deportivo Quito, en el 2008. “Ya no lloren. Somos campeones”, escuchó en pleno festejo. “Usted no entiende lo que significa esto”, respondió el quiteño.

Al recordar la emotiva celebración, al ingeniero de Telecomunicaciones de 38 años se le escapan otras lágrimas. Alrededor del club azulgrana forjó su pasión y su familia. Su progenitor le heredó su pasión por el elenco chulla y por su afición también conoció a Roxana Terán, quien ahora es su esposa.

Cuando eran novios y acudieron por primera vez juntos a un cotejo del Quito fueron a la preferencia del Atahualpa, el 2010. Funcionaron las cábalas: el Quito iba perdiendo 2-0 ante Independiente. ‘JC’ dijo que si se quitaba la chompa, la camiseta y fumaba un tabaco llegaban los goles de la remontada. Y así fue.

La pareja procreó a Joaquín, de 7 años, y Manuela, de 3, quienes ahora son la tercera generación de los Díaz que sigue al club. El pequeño luce orgulloso la indumentaria de la ‘AKD’. En el hogar hay 39 camisetas azulgranas.

En Primera, Serie B y Segunda, Díaz siempre procuró ir al estadio con su esposa, su pequeño, su padre, su madre y hermana (ambas de nombre Edita) y su cuñado. Ahora, hay algo de incertidumbre por el descenso al fútbol amateur. Pero Díaz, quien también es vocal número uno de la actual directiva del club, dice que el plantel “no morirá”. Se acuerda que, desde la niñez, cantaba “el se oye un ruido de pelota” y no está dispuesto a ver desaparecer su pasión.

Considera que en el amateurismo no podrán exigir el pago de deudas al club, al que quiere ver siempre en los estadios.

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