La Dra. Susana Cordero de Espinosa, directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y articulista de EL COMERCIO, ha citado en más de una ocasión a Paz Battaner, integrante de la RAE, quien ha dicho “Donde hay que dar visibilidad a la mujer no es en la lengua, es en la vida”, cuestionando a quienes persisten en feminizar palabras y expresiones idiomáticas, llevados de la intención de caminar hacia la equidad de género.
No debo sino expresar mi extrañeza ante opiniones de esa índole, en particular si provienen de personas tan comprometidas con el enriquecimiento de la lengua y con la difusión de su uso apropiado, pues quiénes mejor que los académicos para decirnos si existe algo que mejor exprese la esencia misma de la vida en sociedad que el palpitante idioma con el cual construimos los tejidos comunitarios y los de nuestra experiencia síquica, con el cual diseñamos y aplicamos el guión del diario vivir y con el cual nos reinventamos, forjamos mundos y hacemos poesía. Dígannos si existe algo menos yerto y mineral que el idioma, algo más cercano al élan vital de la evolución creadora bergosiana. Algo menos prescindible, por lo dicho, para aglutinar y multiplicar los empeños individuales hacia la igualdad de género, que la constancia en visibilizar lingüísticamente a quienes han sido víctimas de discriminaciones y violencias a lo largo de milenios (casualmente, media humanidad).