Con total disponibilidad, esmerado afán y en aras de la responsabilidad emanada del diario El Comercio; tres de sus laboriosos cooperadores, emprendieron viaje a la provincia de Esmeraldas, con el propósito de cumplir delicada y difícil misión para conocer los penosos sucesos que ocurren en esta. Esbozando la sonrisa en los labios, sin que falte el rumor de carcajada y el ímpetu aventurero; los ya conocidos: Javier, Paúl y Efraín se embarcaron en el vehículo que debía llevarlos a término.
No imaginaron tal vez que sus iniciativas y los pasos que darían para realizar una tarea de gran envergadura, que interesaría a la nación entera y a otras latitudes, iba a tener un viacrucis en plena Semana Santa, que haría derramar lágrimas a sus familias, de admiración a sus amigos y de honda preocupación en el pueblo ecuatoriano y hasta en el orbe entero. Este suceso penoso y de indiscutible responsabilidad se encuentra cuando, escribimos estos renglones, en momentos de esperanzadora expectativa. No han faltado los datos suministrados por diversos personajes y entidades que lamentan lo acaecido y que nos ofrecen datos como que aquellos comunicadores pasan encerrados en lóbrega prisión.
Es todo un acontecimiento que concita reflexión, compasión y solidaridad no solamente entre sus familiares; y que también preocupa hondamente al decano de la prensa capitalina que no cesa de servir a la ciudadanía con lecciones de civismo, de amplios conocimientos en diversos asuntos, y que endereza equivocados criterios en aquellos que no sopesan el valor de la prensa más que centenaria. No cabe duda que la madre Iglesia, también se aflige sobre manera al ver que sus hijos, están gimiendo y llorando en este “valle de lágrimas”, pero también de alegrías.