Sin duda la realeza tuvo mejores tiempos, cuando los pueblos necesitaban de gobernantes fuertes y determinados, aquellos que dirigían legiones y mandaban a cortar cabezas con la mayor indiferencia. Afortunadamente nuestro país y los de nuestra región nacieron como repúblicas, y en nuestra cultura no nos quedó ese arraigo y nostalgia por las monarquías; digo afortunadamente porque en nuestro tiempo esta tradición aparece ya como anacrónica e innecesaria.
Con el paso del tiempo y el fortalecimiento de las democracias la monarquía comenzó a perder peso en un mundo menos obsesionado con la estirpe, y más con la personalidad de sus líderes.
Aunque esta forma de gobierno tiene fuertes raíces culturales en otras regiones del planeta, sus representantes actuales han dejado por los suelos a sus ancestros, que a punta de lanza y balas de cañones defendieron sus tierras y a sus súbditos. Las monarquías actuales tienen cada día menos peso en las políticas de sus naciones, y en algunos casos ya casi son meras decoraciones para los encuentros internacionales, sus más famosos representantes llenan las portadas de revistas debido a sus escándalos sexuales, extravagancias o corrupción.
Si sumamos a esto que la realeza en muchos países sobrevive de las arcas nacionales, y gran parte de la población quiere quitarles sus eternas subvenciones, creo que sus días están contados. Sin embargo existe un monarca en nuestra región que sin duda nos ha llenado de alegrías, uno que salió literalmente de la nada y que con su talento maravilló al mundo entero, uno que pese a su posición siempre se ha presentado con la mayor sencillez y decencia. Este hombre del pueblo es quien yo considero como mi soberano, y sin sonrojarme declaro solemnemente mi lealtad y devoción al Rey Pelé… larga vida al Rey.