Menos de la mitad de los estudiantes de 15 años pueden leer textos simples y familiares y entenderlos literalmente. Solo 49 de cada 100 estudiantes son capaces de establecer inferencias, conectar diferentes fuentes de información y vincular un texto con su experiencia personal. La mitad superior de los estudiantes llegan a un nivel “1a” en matemáticas, que quiere decir que éstos pueden realizar tareas rutinarias, donde la acción requerida es obvia, pero son incapaces de razonamientos complejos. En ciencia, la mitad superior de los estudiantes llegan al nivel “1a”, pudiendo reconocer fenómenos científicos simples, pero con dificultad pueden trabajar con más de dos variables, en un nivel bajo de habilidad cognitiva. La prueba PISA D para Ecuador fue especialmente diseñada para niveles bajos de desempeño, con más de dos terceras partes de las preguntas para nivel 2 o inferior (PISA in Focus, 91, 2018). La OECD considera al nivel 2 como aquel que marca competencias para un ciudadano productivo. Esta realidad, la más importante porque determina nuestro futuro económico, debió haber sido discutida en los medios de comunicación de forma amplia, expandida y reiterativa.
Quizás porque es el verdadero legado de los abuelos y padres a la generación de la cual depende la productividad y competitividad de la nación, es que hemos preferido ocultar esta verdad vergonzosa sobre la sociedad que somos. PISA D sugiere que la base social sobre la cual se debe cimentar la riqueza es inexistente. La democracia, competitividad, innovación, industria, mercados y una sociedad justa son todos espejismos mientras insistamos en desconocer el valor del conocimiento, la ciencia y tecnología.
Pablo Santiago Jarrín Valladares