El impartir justicia requiere la participación de jueces.
Quienes llegan a ser jueces, necesariamente deben poseer sabiduría, no solamente conocimientos. Esto es muy difícil de constatar, sin embargo, hay señales claras en los comportamientos de las personas que indican si poseen sabiduría o no.
En la evaluación para el nombramiento de jueces, se debería incluir una evaluación sobre su sabiduría. Esto no lo va a determinar ningún mediocre, necesitaría la intervención de personas sabias también.
Las evidencias que tenemos apuntan, lamentablemente, a que se nombra jueces, de cualquier nivel o tipo, electorales, constitucionales, de las cortes nacionales o provinciales, apelando más al conocimiento de leyes que a la sabiduría de una persona.
¿Por qué se necesita sabiduría en los jueces? Pues porque ellos imparten justicia y no legalidad. El apego estricto a las leyes no debe ser la característica de un juez, debe ser la aplicación de las leyes apelando a la justicia. La justicia no es necesariamente el apego a la ley. La justicia es aplicar la Ley tomando en cuenta lo que le corresponde a cada uno, sin distanciarse de la ley.
Intrincado el concepto, pero es precisamente por eso que se requiere de la sabiduría. Un juez no necesariamente es un legalista. Es una persona que sabe sopesar la ley y el equilibrio que representa la justicia. Es quien toma decisiones justas, no legales.
En el Ecuador hemos sido testigos de la actuación de jueces que son más legalistas que justos. Se apegan de manera frenética a la letra de la Ley. No es eso lo que esperamos de un juez. Por eso nuestra justicia es lenta e injusta en muchas ocasiones.