La razón, entendida como la capacidad de discurrir el entendimiento, de considerar detenidamente algo para llegar a entenderlo, es algo que escasea en los tiempos actuales, especialmente en la clase política del mundo, y por ende en muchos casos en nuestro país.
La razón elude sistemáticamente las mentes entumecidas por el frío de la ignorancia, o las personas la alejan de sí, cuando se encuentran atacadas por la gangrena del dogma o de la doctrina. Una persona escasa de razón es intolerante, contumaz (porfiado y tenaz para mantener un error). Se niega a entender, se escuda, bajo la creencia de que tener personalidad es mantenerse en un concepto, aunque el mismo esté errado.
Esta incapacidad de entender, lleva a muchas personas a cometer errores significativos, los mismos que se hacen más evidentes cuando ostentan un cargo público, a saber: Denigrar a quienes piensan distinto; hacer escarnio de sus opositores, ver conspiraciones en cada esquina, culpar a los demás de sus desatinos, incitar a enfrentamientos entre hermanos, etc.
Esta última actitud, la de propiciar el enfrentamiento entre hermanos, es la peor de todas. Un verdadero y equilibrado dirigente político jamás recurriría a este artificio de populismo, deleznable de por sí, y pero aún lo adornaría con una disposición de usar armas por parte de un cuerpo militar obediente, para reprimir a una fracción del pueblo. Estos actos de barbarie reflejan que el entumecimiento por la ignorancia ha primado en esa escasez de razón.