No hay tantos problemas como parece. No debería haber casos de corrupción, pero la mayoría de ex-funcionarios no son corruptos. No debería haber inconvenientes con las obras realizadas, pero bastantes obras no los tienen.
Confío en que el proyecto de país que se inició con la Constitución de Montecristi va a continuar en este período. Por ejemplo, es inconcebible que este gobierno permita retrocesos laborales. Me alegran las conquistas de los últimos 10 años: que las empleadas domésticas tengan el sueldo mínimo del resto de trabajadores, que no pueda evadirse la afiliación al seguro social y que haya salud y educación públicas gratuitas. Debe continuar la construcción de escuelas, hospitales y centros de salud. Debe seguir el mejoramiento de la seguridad ciudadana, mediante una Policía ahora más profesional y a través de los ECU 911. Debe mantenerse un manejo de la economía que cobra menos impuestos a los que menos tienen, que no sube el IVA porque lo pagamos todos por igual y recauda más tributos de los que más ganan. De la misma forma en que se lo hizo en el anterior período, no se deben descuidar los indicadores macroeconómicos, incentivar la industria nacional y las exportaciones, así como preservar la dolarización.
Es positivo que sea el gobierno de la misma tendencia el que haga las rectificaciones necesarias. Hacía falta más tolerancia, menos sectarismo, por lo cual me siento contenta de que en pocos meses el nuevo Presidente haya logrado bajar las tensiones. Es un gran mérito que él lidere la auto-crítica. Por ejemplo, cuando dijo que “de a poco vamos a ir dejando el comportamiento ovejuno”, se incluyó en el cuestionamiento y se refirió a una conducta, no a una manera de ser. Por lo general me ha parecido válida la forma en que el Presidente ha planteado asuntos difíciles, en tono sereno, sin referirse a nadie en particular y con su característico humor. Es evidente que lo malinterpretan los ex-partidarios que de forma emotiva lo insultan constantemente.
Estoy feliz de que sea el gobierno de la misma tendencia el que inicie algo que no ha sido común en el Ecuador, que es la independencia de poderes. En conclusión, no hay razones objetivas para ser pesimistas. Más allá de las pasiones políticas, que nublan la mente, este es un país que marcha bien, que tiene inconvenientes normales y que tiene más posibilidades que nunca de construir un futuro mejor.